El Infantado o cómo empezar la casa por el tejado

Palacio del Infantado

Detalle de la fachada del Infantado // Foto: Olga Berrios (Flickr)

Por Raquel Gamo

La propuesta para convertir al Palacio del Infantado de Guadalajara, uno de los edificios más bellos del gótico español, en Patrimonio de la Humanidad es en principio una excelente noticia para la ciudad. Denota una muestra de orgullo por uno de los escasos monumentos que se han conservado en buen estado en Guadalajara. Y lo que es más importante: este edificio identifica a los guadalajareños con una imagen de ciudad ligada a la cultura y a la participación ciudadana, a través del popular Maratón de Cuentos y otros acontecimientos motivadores como la última Noche de los Sentidos.

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Algo huele a podrido en la pasarela

Presentación de la Pasarela de Creadores. Evento de moda enmarcado en la programación de actos en apoyo a la candidatura del Palacio del Infantado a Patrimonio dew la Unesco. // Foto: Jesús Ropero - Ayuntamiento de Guadalajara.

Presentación de la «Pasarela de Creadores», evento de moda enmarcado en la programación de actos en apoyo a la candidatura del Palacio del Infantado a Patrimonio de la Unesco. // Foto: Jesús Ropero – Ayuntamiento de Guadalajara.

Por Concha Balenzategui

Pensábamos que este lunes asistiríamos a la tradicional confrontación de balances sobre lo acontecido en las Ferias de Guadalajara, con las diferentes ópticas de los portavoces de los grupos, cuando nos hemos encontrado con un nuevo tema para la gresca política. Es la “Pasarela de Creadores” que la concejala de Comercio, Turismo y Promoción Económica, Isabel Nogueroles, presentaba ayer a los medios de comunicación.

Se trata de una actividad con la que se pretende seguir impulsando la candidatura del palacio del Infantado como Patrimonio de la Unesco, y a la vez difundir la obra de nuevos diseñadores vinculados a Guadalajara. Dos objetivos muy loables ambos, que aúnan la moda y el patrimonio, el arte e incluso la gastronomía, dado que hay previsto también un “refrigerio” a cargo de uno de los mejores y más emprendedores hosteleros de la provincia.

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Tormenta de cuentos

Mesa redonda sobre la ciudad de los cuentos, el pasado sábado en el salón de actos del Infantado.

Mesa redonda sobre la ciudad de los cuentos, el pasado sábado en el salón de actos del Infantado.

Por Concha Balenzategui

Cuando el Maratón de los Cuentos llevaba 20 horas de narraciones en el patio de los Leones, se producía una actividad, novedosa respecto a otras ediciones, en el salón de actos del palacio. Se trata de la mesa redonda sobre la ciudad de los ciudad de los cuentos, la discusión de una gran tormenta de ideas con las que conseguir que “Guadalajara siga siendo, todavía más, la ciudad de los cuentos”. En el debate participaban ocho expertos, pero además se invitó a los ciudadanos a expresar sus ideas en un buzón de sugerencias, tanto de forma física, como a través del correo electrónico. Algunas de ellas se mostraron en pantalla durante el acto.

Antes de asistir, ya me parecía una idea fantástica, tanto por el objetivo como por la llamada a la participación. Tanto más después de escuchar las posiciones de los ponentes: el concejal de Cultura, Armengol Engonga; el exalcalde José María Bris; la delegada de Cultura, Rocío Lopez; el antropólogo Jesús Sanz; el presidente del Colegio de Aparejadores, Jorge Riendas; el experto en narración oral Manuel Pedrosa, en representación de la Universidad de Alcalá; el director de la UNED, Jesús de Andrés; y Andrés Peláez, que ha sido durante 25 años director del Museo Nacional de Teatro en Almagro.

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Abrir las puertas

Patio de los Leones, todavía con el escenario utilizado el fin de semana para el Tenorio Mendocino. // Foto: R.M.

Patio de los Leones, todavía con el escenario utilizado el fin de semana para el Tenorio Mendocino. // Foto: R.M.

Por Rubén Madrid

Ayer abrí las puertas del Infantado. Fue todo un gustazo.

No me malinterpreten: no es que abriesen las puertas del palacio sólo para mí, como ocurrió con el guateque del PP, ni que yo solito, con cuatro líneas escritas, haya obrado el milagro de devolver para todos la gratuidad de acceso al Infantado: para atribuirse estos méritos ya hay otras plumas que vuelan mucho más alto.

Lo que me ocurrió ayer fue algo mucho más prosaico, pero a la vez muy emotivo. Porque, rebotando entre callejuelas durante un paseo matutino, fui a parar a los pies del palacio y me sorprendió de pronto que su enorme portón siguiese cerrado, como en los últimos meses, cuando acaba de instaurarse una nueva regulación que, además de ampliar el horario de acceso libre, devuelve el gozo de poder entrar a través de la preciosa estampa que dibujan el zaguán y el Patio de los Leones al fondo. Como uno ya no gana para sustos, alertado por que tal vez se hubiese producido una marcha atrás en la marcha atrás, entré por la otra puerta, la que corresponde al Museo Provincial, y comenté el asunto a los trabajadores allí apostados, que me respondieron que, en realidad, todo era fruto de un descuido. Lo hicieron, eso sí, después de preguntarme si formaba parte de algún colectivo protestón.

Tras idenficarme como periodista -que en otros tiempos era signo de pertenencia a un colectivo protestón-, pasé al patio con el guardia de seguridad, que se dirigió a su vez hasta la puerta y, ya allí y desde dentro, descorrió los cerrojos. Ante mi atónita mirada se abrieron de par en par las puertas del Infantado dejando entrar un haz de luz.

El modo en que quedó restituido el paso libre tuvo no poco de ceremonia de liberación, de logro conseguido y compartido. Porque, aunque ayer por una razón coyuntural esa puerta se abrió únicamente por mi pequeña reclamación, lo cierto es que estas puertas han vuelto a estar abiertas gracias a la iniciativa de muchos de nosotros. Hemos sido muchos los ciudadanos que, cada uno desde su pequeña atalaya, hemos dicho que no, que las puertas tienen que estar abiertas. Tal vez por eso la maniobra para la apertura de las puertas me produjo una extraña emoción. Y quisiera pensar que no estoy exagerando al dotar al sencillo y anecdótico acontecimiento personal de un significado que no tiene.

Gentes de Guadalajara. Una vez en el patio, aproveché para pasear entre las columnas y admirar, más que nunca, esos grifos y leones que, como la libertad y los domingos por la tarde, sólo valoramos verdaderamente cuando nos los han arrebatado.

El Infantado no es para los vecinos de la ciudad un palacio desconocido, como otras joyas, y se me ocurre todo el conjunto de Adoratrices que levantó Ricardo Velázquez Bosco, con algunos rincones maravillosos. Durante años, muchos de nosotros hemos estudiado, leído, reído, fumado y escuchado y contado cuentos en estos claustros. O remachado los versos más conocidos que le susurra don Juan a doña Inés. Ayer todavía estaban amontonadas en el patio las sillas y el escenario vacío del Tenorio Mendocino, que tiene en esta misma arquitectura el escenario de dos de sus siete escenas. Es su marco incomparable, que dirían los clásicos.

La coincidencia en el escenario, no sólo en su dimensión más física, sino incluso simbólica (cultura popular en el palacio) es una de las más destacables entre este Tenorio Mendocino que lleva ya camino de los 25 años y un Maratón de los Cuentos que los cumple al siguiente. Pero no es la única. Partiendo de puntos de inicio tan diversos aparentemente, tienen las dos actividades más populosas y probablemente interesantes de nuestro calendario cultural muchos lugares comunes, además de que el Infantado lo es en sentido literal.

El Don Juan Tenorio de Zorrilla, libreto con muchos de cuyos mensajes -preferentemente el machista y el religioso- no comulgo, me atrapa en su versión itinerante mendocina, a propósito de la noche de difuntos, por su componente de ceremonia de la cultura popular, de transformación de los monumentos de la ciudad en que vivimos y por su capacidad para hacer ciudad, que conecta perfectamente con el espíritu del Maratón de los Cuentos, en un sentido que nos supo explicar muy bien en un artículo el profesor de antropología Jesús Sanz.

Coinciden ambas experiencias en modernizar dos largas tradiciones de la cultura española, como son el teatro clásico en verso y la narración oral; en ser espectáculos irrepetibles por la magia del directo aunque se repitan como formato edición tras edición; incluso en disponer de algo así como unos simpáticos mitos fundacionales que ensalzan lo impulsivo que hay en todos nosotros, con esas maneras tan descaradas de tirar para adelante entre amigos que tuvieron los Borobia, Suárez de Puga y compañía, por un lado, y las Blanca Calvo, Estrella Ortiz y demás, por el otro.

Todos los actores y figurantes de la última edición del Tenorio Mendocino. // Foto: Carmen Ibáñez (Comunicación Tenorio Mendocino).

Todos los actores y figurantes de la última edición del Tenorio Mendocino. // Foto: Carmen Ibáñez (Comunicación Tenorio Mendocino).

Pero por encima de tantas similitudes está el carácter popular. Y ambos son eventos hechos por las gentes de Guadalajara. Así se llama, de hecho, la asociación que organiza el Tenorio Mendocino y que ha vuelto a arrastrar nada menos que 140 voluntarios que cada año encienden la magia del evento, del mismo modo que otros 200 cada junio dan cuerda al carrusel de los cuentos en el Maratón. Resulta admirable el trasiego de conciudadanos caracterizados de época (ese enfermero que es don Juan, ese funcionario que hace de don Luis Mejía, esa aldeana que es fotógrafa profesional… y así, todo el elenco) como resulta emocionante la forma en que el escenario principal del Infantado convierte a niños y mayores, individuos sueltos, en pareja o en grupo, en narradores de turno y, por tanto, protagonistas de un acontecimiento que nos envidian en medio mundo.

Ambas citas, una en otoño, la otra en primavera, extienden su capacidad creadora más allá de las organizaciones que las han amamantado durante años, porque reclaman cada vez más la participación de otras asociaciones (coros, artistas, fotógrafos, etc) y las lanzan incluso fuera de las murallas de la ciudad. Porque si los cuentos tienen su particular Maratón Viajero, el Tenorio ha recuperado aquella vieja costumbre que tuvo de representarse en los pueblos, con un primer pase este año en Sigüenza que, con todas las mejoras técnicas y de búsqueda de escenarios que se puedan admitir, resultó una delicia. La ambición (altruista y cultural, nada lucrativa) que demuestran ambos eventos cada año está fuera de dudas.

Blanca Calvo, presidenta de la asociación organizadora del Maratón de Cuentos, con otros voluntarios al final de la pasada edición. // Foto: Juan Carlos Aragones - AGFU.

Blanca Calvo, presidenta de la asociación organizadora del Maratón de Cuentos, con otros voluntarios al final de la pasada edición. // Foto: Juan Carlos Aragonés – AGFU.

Subrayo todavía más estas conexiones entre el fin de semana de cuento y el fin de semana de teatro porque en algunas voces, incluso en algunas de autoridades políticas, he intuido cierta necesidad de rivalidad, como si conviniese tomar partido por un evento frente a otro. Aunque el origen de unos fuese algo tan ‘perrofláutico’ como contar cuentos y el de la otra surgiese en cenas de señores y señoras ataviados con capa, la evolución ha rebasado cualquier expectativa. En cada Maratón hay gentes de toda procedencia, como ocurre en el reparto de cada Tenorio, con una mezcla de identidades, filosofías de vida y orígenes sociales que sólo refleja la propia diversidad que tiene la calle, que es el lugar donde se desenvuelven ambas actividades.

Se equivoca quien, desde uno u otro lado, sugiera una elección entre el Maratón y el Tenorio, como se han equivocado en esta ciudad durante muchos años quienes han levantado una disyuntiva absurda entre Buero y Cela. La cultura, y más la que hacemos entre tantos, debe ser superadora de barreras e integradora, no exclusiva y obstaculizadora.

Políticas y políticos. Aquí la única lectura política, y de nuevo es compartida por el Maratón y el Tenorio, radica en la actitud de un consejero de Cultura, Marcial Marín, que ha ignorado o despreciado ambos eventos durante los cuatro años en que ha tenido oportunidad de disfrutar de ellos y respaldarlos con su presencia. Creo que los gestos están dotados de significados, aunque no sean lo más importante, y que la ausencia del titular regional de Cultura es reseñable y reprochable.

Pero es que, además, la Consejería de Cultura ha incumplido tanto en el fondo como en las formas: no hay ninguna partida regional para respaldar ninguno de estos dos eventos, a pesar de arrastrar más participación y más público que ningún otro al cabo del año y de que cumplen una triple función cultural, turística y social. Hemos advertido muchas veces de que no es de recibo que la narración oral no sea en nuestra región bien de interés cultural inmaterial (como sí lo son ya los toros o la cetrería) o que el Maratón aún no sea Fiesta de Interés Regional, como tampoco se entiende que el Tenorio de Gentes de Guadalajara, que sí goza de esta declaración, no reciba ni un duro desde Toledo.

Estos absurdos inexplicables resultan, por acción u omisión, decisión de nuestros políticos. A la Junta de los castellanos y los manchegos, a la que tan bien le sentaría hacer región con estos recelosos guadalajareños, le importan un bledo sus dos principales eventos culturales, que tanto tendrían que decir en esa tarea. ¿Cuál es la única aportación en ellos? Nos dirán que dejarnos entrar gratis al Infantado.

Entrar al Infantado. Todos los pasos conducen últimamente a este palacio. El mismo que el propio dirigente Marín nos cerró a los ciudadanos y mantendría cerrado de no ser por la airada reacción colectiva. Una vez me dijo un muy importante intelectual de la ciudad, nada sospechoso por cierto de bolchevismo, que no hay que buscar indicios de maldad, sino de ignorancia, en estas políticas de Marín. No hay más tonto que el que no reconoce su tontería. Lo del consejero habría tenido cura si hubiese asistido alguna vez a una edición del Tenorio o del Maratón de los Cuentos en el Infantado. Comprendemos así que ande perdido en un bucle de estupidez infinita.

El respaldo a las actividades culturales es también una cuestión política, que no es lo mismo que tener que supeditar los apoyos a las afinidades partidistas. Uno de los principales retos que tiene cualquier nueva candidatura en el ámbito municipal pasa por recuperar precisamente estos espacios públicos donde entre todos hacemos ciudad, ante el retroceso que sobre todo las políticas de instituciones como la Junta o el Patronato de Cultura han impulsado en esta legislatura. En esta tarea tan noble, el Infantado es un estandarte. No ha sido, por tanto, mal comienzo lograr que la Junta dé un paso atrás en el pago por acceder al Patio de los Leones. Pero este pequeño rescate debe ser sólo el principio: démonos el gustazo de seguir abriendo las puertas de los palacios.

El guateque

Las presidentas del PP regional y provincial, Cospedal y Guarinos, entran al Infantado por la puerta principal. // Foto: PSOE / eldiario.es.

Las presidentas del PP regional y provincial, Cospedal y Guarinos, entran al Infantado por la puerta principal. // Foto: PSOE / eldiario.es.

Por Rubén Madrid

La misma semana en que nos sometimos a la enésima cura de espanto con el escándalo de las tarjetas negras de Caja Madrid, la Interparlamentaria del PP celebrada en la apacible Guadalajara culminó el viernes por la noche con una fiesta histórica, al menos por el escenario escogido: el Palacio del Infantado abrió su puerta principal, cerrada a la ciudadanía desde julio, para que entrasen los exclusivos invitados a esta cita privada.

El gesto tiene todos los aires de una provocación: los dirigentes del PP se han comportado aquí como los más chulos del barrio cuando chapaban la discoteca para celebrar un guateque.

Las dudas. Este capítulo central del chusquero fin de semana de antología de la caspa alcarreña ha disparado todo tipo de especulaciones, porque faltaban los detalles más elementales. Tal vez porque al acto acudió Marcial Marín, desde el principio pareció más que evidente que el Partido Popular se había saltado a la torera el reglamento que la Junta impuso en julio de este año y que, según consta en la propia web regional, impide organizar una fiesta privada en el Infantado a partir de las 20:30 horas, incluso pagando.

Pagar, parece que han pagado 350 euros, que era uno de los aspectos que más cabreaba al personal que durante el fin de semana reaccionó airoso al rumor, que corrió como la pólvora el sábado por la noche, aunque ya en las conexiones de radio de la propia noche del viernes se decía a las claras, para estupefacción de algunos oyentes como un servidor, que los dirigentes del PP estaban culminando su reunión política en un hotel con “un ágape en el palacio del Infantado”. La fuerza de las imágenes que vimos correr por las redes sociales, ya al día siguiente, hicieron el resto.

El teniente de alcalde de Guadalajara, Carnicero, en el zaguán del Infantado, paso vetado al público desde julio. // Foto: PSOE-Twitter de Rafa Esteban.

El teniente de alcalde de Guadalajara, Carnicero, en el zaguán del Infantado, paso vetado al público desde julio. // Foto: PSOE-Twitter de Rafa Esteban.

En parte por la correcta labor de oposición realizada por el PSOE provincial en todo este asunto -lo cierto es que se la habían puesto botando-, el PP se ha visto forzado en las últimas horas a realizar unas declaraciones, más bien encaminadas a salir del paso que a aclarar un asunto por el que pareciera que no tuvieran que dar detalles, porque los súbditos deberíamos estar orgullosos de que dirigentes nacionales del PP se tomen unas copas en nuestro edificio más emblemático. Habría sido más honesto por su parte ofrecer verdaderas explicaciones-aclaraciones, pero baste decir que la figura escogida para hablar sobre el tema ha sido Robisco en unas declaraciones enlatadas, de nuevo sin posibilidad de preguntas para los periodistas, y con un argumentario extremadamente pobre.

De modo que el asunto sigue resultando turbio: se desconoce el número de invitados por los que se pagó esos 350 euros y sobre todo no se aclara qué excepción en el reglamento que regula el paso al Infantado les ha servido para esquivar la prohibición impuesta a la mayoría. Más bien sigue pareciendo que la fiesta del PP constituye la única excepción a la regla y que aquí más que nunca quien ha hecho la ley ha hecho la trampa. Lo expresaba con una imagen acertada ayer el número uno del PSOE provincial, Pablo Bellido, al hablar de “una escena digna de los Santos Inocentes, en la que se abre la puerta principal de este monumento para los señoritos cuando está cerrada para todos los ciudadanos”.

Dobles raseros. Más asuntos sin aclarar: ¿Por qué las autoridades regionales autorizan este evento cerrado al público y prohíbe convocatorias abiertas al público, como la charla de Miguel Ángel Revilla que intentó organizar el año pasado la asociación Arrebol y que fue prohibida en el Infantado alegando –qué ironías– que era un acto político? De este doble rasero se desprende una falta gravísima de cultura democrática. Tiene gracia que Revilla titulase el libro que venía a presentar ‘Nadie es más que nadie’ y que en la práctica en Guadalajara le hayan enviado el mensaje de que los dirigentes del Partido Popular son más que nadie.

pp-infantado-revillaOtro detalle que remarca este doble rasero tuvo lugar lugar durante la última edición del Maratón de los Cuentos, en el mes de junio, cuando la Junta pretendió cobrar a los voluntarios de la organización por cenar en el Patio de los Leones, después de prohibirles el Palacio de Dávalos, que venía acogiendo su sencillo picnic cada año. En vez de darles facilitades agradeciendo así una labor desinteresada para la comunidad, las autoridades les ponían una zancadilla estúpida.

¿Cuál es el verdadero criterio para convocar actos en el Infantado? ¿Por qué la web regional no informa de la excepción que sí ha valido para el PP? ¿En qué lugar del decreto se deja esta puerta abierta? Y en ese caso, ¿podrá Ganemos Guadalajara proclamar su candidatura en el Patio de los Leones? ¿Está disponible el histórico edificio para el socialista Pedro Sánchez en su gira de asambleas abiertas? ¿Podrá cerrar allí la campaña electoral UPyD, siempre que pague, por supuesto, 350 euros?

Lo hemos denunciado una y mil veces y seguiremos porque tenemos el virus de la indignación de Hessel: los consejeros, los concejales, los alcaldes no son los dueños de los espacios públicos de la ciudad, sino que son los gestores, es decir los amos de llaves de los palacios, los mayordomos de nuestras dependencias, los acomodadores de los teatros, los sirvientes de la ciudadanía, los servidores de quienes les pagamos –tremendamente bien, por cierto– para que cumplan con sus obligaciones. Lo dicen los manuales más elementales de democracia, asignatura pendiente de tantos de nuestros dirigentes: en sus empresas, si las tienen, podrán hacer lo que les convenga, pero en el ámbito público no son dueños ni señores. Jamás deben olvidar que el Ayuntamiento y la Junta -y no sólo Hacienda- somos todos.

Bellido enseñó ayer en su comparecencia varias fotos de la entrada a la fiesta privada del PP. // Foto: PSOE.

Bellido enseñó ayer en su comparecencia varias fotos de la entrada a la fiesta privada del PP. // Foto: PSOE.

¿Quién pregunta? Quiero resaltar el papel que ha jugado en esta denuncia el PSOE de Guadalajara. Ante el silencio generalizado de la prensa alcarreña, incluyendo a las vacas sagradas del periodismo que han estado más preocupadas de aplaudir en el desfile patriotero del domingo, ha sido el principal partido de la oposición el que ha denunciado lo ocurrido y ha efectuado las preguntas correspondientes. El PSOE deja en muy mal lugar al periodismo local. Luego nos extrañará, por mal que esté, que editen periódicos.

A nuestros pocos medios escritos que cubren información política les han faltado reflejos o compromiso o agallas. Aunque, digitales manchegos aparte, nuestra prensa no haya reaccionado hasta que el PSOE ha tomado la delantera, lo ocurrido en el Infantado era noticiable por todos sus costados: resulta de interés general, afecta a un escenario público, se nos antoja incluso pintoresco.

Al menos se podría haber abordado el asunto por este último flanco y haber requerido a alguno de nuestros políticos provinciales, con mucha educación para no molestarles, por algunos de los aspectos más anecdóticos del distendido encuentro. En esta ciudad se nos llena la boca de admiración hacia Manu Leguineche, pero si no somos capaces de seguir sus pasos, al menos podríamos aspirar al periodismo más fucsia de Sálvame. Si lo nuestro consiste en contar historias, quizá se nos escapó el componente tremendamente humano de esas escenas íntimas desarrolladas entre grifos y leones mientras sonaba ‘El Guateque’ del Dúo Dinámico, con ese arranque mítico: “Lolita, tú tienes una forma de bailar que me fascina / Lolita, contigo yo quisiera flirtear toda la vida / Lolita, Lolita mi amooor ”.

Ágapes para ‘la casta’. Por más que sean hijos de cabreros o de fontaneros, que serán los menos de los casos, quienes acuden a una cita como la del viernes se presentan a los ojos de sus compatriotas como componentes de un estamento feudal. Ha sido un gesto feo, feísimo, de burda ostentación, que encaja como pocos en el molde de la exitosa definición de casta que ha puesto de moda Podemos. Cada una de esas imágenes es un grito clamando que son casta, aunque algunos dirigentes, nacionales pero también provinciales, pongan caras afectadas cuando luego se lo dicen a la cara.

Sorprende todavía más este derroche de arrogancia cuando andan los termómetros tan fríos en las sedes populares. Las encuestas de proyección de voto están hundiendo al PP a sólo medio año de las municipales y con las generales a renglón seguido. No sé ustedes, pero uno en el ambiente respira que incluso tienen ganas de elecciones aquellos que antaño nunca tenían ganas de elecciones. Por algo será.

En cambio, pareciera que en el PP disimularan en plena hecatombe y que, como Nerón, prefiriesen tocar el arpa mientras arde Roma. No es la primera vez que España se nos cae mientras sus mandamases se divierten en festines de palacio. Los tiempos cambian: antes eran bailes cortesanos, ahora son guateques. Y tal vez en sólo unos meses veamos a Cospedal en ‘¡Qué tiempo tan feliz!’