Abrazos de Luna

Por Sonia Jodra

Luna Reyes, voluntaria de Cruz Roja, atendiendo a uno de los migrantes llegados a la playa de Ceuta esta semana.

Si algo hemos echado especialmente de menos en el último año sin duda han sido los abrazos. Juan Genovés inmortalizó el abrazo en la escultura convertida ya en icono de la Transición. Klimt elevó el abrazo a la categoría de obra de arte y Picasso no se resistió a pintar un abrazo entre su prolífica obra. Pero ha sido el abrazo de Luna el que nos ha conmovido hasta la extenuación. En medio del ruido informativo y político, el abrazo de la voluntaria de Cruz Roja en la playa de Ceuta consiguió destrozar los discursos del odio, expulsar el miedo de nuestros corazones y hacer que volvamos a creer en Galeano, en que la gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo. El mejor remedio contra aquellos que quieren utilizar a los más desfavorecidos para favorecerse son los “abrazos de Luna”.

Sigue leyendo

Más humanos

Por David Sierra

Cuando coincidimos en el supermercado, nos saludamos. Desde que dejara su Afganistán natal en busca de un futuro mejor, ha luchado por tierra, mar y aire hasta llegar a nuestro país. Recuerdo cuando nos conocimos en esa misma tienda de barrio. Me abordó entre indicaciones y signos para preguntarme sobre un producto. Aunque chapurreo el inglés, él no lo entendía o quizá mis expresiones no fueran todo lo correctas que debían. Quién sabe. El caso es que salimos de la situación con éxito y pudo llevarse lo que andaba buscando. Fue el inicio de una relación de confianza que ha perdurado hasta la actualidad.

Sigue leyendo

El voto forastero

Por David Sierra

Le llamaban ‘Radi’. Un muchacho inquieto. Un bala pérdida. De esos que crecieron demasiado pronto cuando el tiempo del mundo rural pasa tan despacio que deja espacio suficiente a la rebeldía. Llegó al pueblo cuando apenas era un crío. Junto a sus padres. Atraídos por las conversaciones con otros familiares que habían dado el paso antes; de buscar un futuro más próspero que el que ofrecía su lugar de origen. La ribera del Badiel había encontrado una particular forma de hacer frente a la despoblación. Sin quererlo.

Sigue leyendo

Orgullosos

2018.08.31 refugiados Marchamalo

Un grupo de refugiados durante su estancia en Marchamalo // Foto: Jesús Blanco (Ser Guadalajara)

Por Álvaro Nuño.

Uno de los deportes del verano cuando se sale de vacaciones y se pierden de vista los canales locales habituales de comunicación, es ver si «sale algo de Guadalajara» mientras se está lejos del terruño disfrutando de unos días de mar o montaña. Es cierto que nuestra provincia no suele aparecer en las portadas de los periódicos nacionales ni en los telediarios de las grandes cadenas, a no ser forzada por sucesos escabrosos como incendios, accidentes en las carreteras, en los encierros campestres, o incluso por los trasvases. Pero estos, o eran muy gordos o no salían más allá de las páginas o las secciones reservadas a tales informaciones.

Sigue leyendo

La gente quiere ser generosa, pero tiene miedo

Braulio1

El autor del artículo, rodeado de un grupo de niños inmigrantes // Foto: BCB

Por Braulio Carlés Barriopedro*

En menos de cincuenta años nuestra sociedad ha dado un giro copernicano. En los años cincuenta y sesenta muchos españoles salieron hacia Europa en ocasiones con una maleta sin tener muy clara la dirección y por supuesto sin un contrato de trabajo, en otros casos iban a un trabajo más o menos determinado.

En los años 90 España pasó de ser un país de emigración a convertirse en un país de inmigración. Empezaron a llegar inmigrantes y refugiados procedentes de lugares de conflicto y dónde la gente se moría de hambre. Con el paso del tiempo llegaron diferentes leyes y momentos en los que no sabíamos si había que cerrar fronteras o teníamos que legalizar a todos. En función de los momentos y de los gobiernos fueron adoptando posturas y actitudes diferentes.

Sigue leyendo

La Guadalajara vacía

Evolución de la población de la provincia en los últimos años. // Fuente y gráfico: INE.es

Evolución de la población de la provincia en los últimos años. // Fuente y gráfico: INE.es

Por Concha Balenzategui

Los datos oficiales de población (que son oficiales desde que el Gobierno publica el decreto de confirmación de los datos hechos públicos en primavera) confirman que el número de habitantes de nuestra provincia han bajado por cuarto año consecutivo. La referencia es el 1 de enero de 2016, por lo que las cifras se concretan en que a lo largo del año 2015 nuestra provincia perdió 804 habitantes. El punto de inflexión del crecimiento poblacional se marcó el 1 de enero de 2012, y desde entonces hemos bajado en 6.665 habitantes, en cosa de cuatro años, que se dice pronto.

Sigue leyendo

Sonata de invierno

ayto guada

El Ayuntamiento de Guadalajara siempre es objeto de noticia, máxime en este invierno, tan animado en lo informativo. // Foto: B. M.

Por Borja Montero

No esperen, debido al título elegido para este artículo, la narración de las vivencias amorosas, unas más censurables que otras, de un hombre de alta sociedad. Eso ya lo hizo el maestro Ramón María, gigante de la pluma, lejos del tamaño literario del plumilla que firma estas líneas. Sin embargo, juguemos a eso de contar historias, aunque se de forma más breve. Y es que este invierno, que lo es a pesar de que el mercurio nos lo niegue una y otra vez, está siendo especialmente entretenido en la provincia de Guadalajara en lo que a información fresca se refiere. Vamos con unas cuantas cosas que han pasado en los últimos días. Sigue leyendo

¿Más racismo?

Por Ana María Ruiz

La Federación de Enseñanza de UGT, con la colaboración del Departamento de Migraciones del Sindicado y la financiación del Fondo Europeo para la Integración Social de los Inmigrantes, ha puesto en marcha la campaña “Stop Racismo: educar para encontrarnos, educar sin exclusión”, que se va a desarrollar en los centros de Primaria y Secundaria de Guadalajara a lo largo de los próximos meses. El objetivo es promover la educación intercultural sensibilizando a los alumnos para la construcción de escuelas inclusivas y evitar el rechazo a los que vienen de fuera en busca de una vida mejor.

Ésta no es la única actividad que se lleva cabo en la provincia para fomentar el respeto mutuo entre ciudadanos de distintas nacionalidades, ya que existen numerosos programas de integración desarrollados por otras organizaciones sociales, pero me sirve como excusa para abordar un tema delicado, políticamente incómodo, en el que suele primar la hipocresía y del que se ha hablado hasta la saciedad: el racismo.

Imagen de uno de los programas de atención lleva a cabo Cáritas en la provincia. //Foto: Cáritas

Imagen de uno de los programas de atención lleva a cabo Cáritas en la provincia. //Foto: Cáritas

En los últimos meses, me ha llamado la atención que cada vez nos da menos miedo decir lo que realmente pensamos del fenómeno de la inmigración. No sé ustedes, pero yo cada vez oigo a más personas que en conversaciones de colegio, barra de bar o de calle afirman: “Cada vez me estoy haciendo más racista”. Comentarios como “nos están quitando el trabajo”, “se quedan con todas las ayudas”, “se las saben todas para pedir” y “que se vayan”, van tomando mayor fuerza conforme avanza la crisis y este país y esta provincia no ven salida al grave problema económico que padecen cientos de familias.

Desde las organizaciones que tratan directamente con los inmigrantes se viene llamando la atención sobre el creciente rechazo que la sociedad española tiene hacia este colectivo. Incluso la ONU, en las conclusiones del décimo aniversario de la Declaración de Durban (Conferencia Mundial contra el Racismo celebrada en septiembre de 2011 en Nueva York) reconoce que “la xenofobia en sus diferentes manifestaciones es una de las principales fuentes y formas contemporáneas de discriminación y conflicto y para combatirla los estados y la comunidad internacional tienen que prestarle urgente atención y adoptar rápidamente medidas”.

Por ello, cobran más importancia campañas como la que está llevando a cabo FETE-UGT, aunque soy de la opinión de que son precisamente los niños los menos excluyentes, fundamentalmente porque conviven a diario con compañeros extranjeros en las aulas con toda normalidad, juegan con ellos en el recreo o en el parque y no dan más importancia a su lugar de procedencia, a sus creencias o al color de su piel porque su trato con ellos viene desde las edades más tempranas, por lo que todavía no están “contaminados” de los prejuicios de los adultos.

Rechazo. Personalmente no creo que todos los que se consideran cada vez más xenófobos o racistas lo sean en el sentido estricto de la palabra. Me inclino a pensar que lo que sienten es rechazo, miedo e incertidumbre ante las nuevas realidades que se imponen en un mundo cada vez más globalizado en el que la interculturalidad es un hecho. Por ello es necesario cambiar el chip y abordar esta nueva realidad desde otra perspectiva diferente a la de considerarnos los dueños del cortijo, porque nosotros también nos estamos convirtiendo en inmigrantes, especialmente nuestros jóvenes, obligados a marcharse de un país que no les ofrece ninguna posibilidad de futuro. Y nos gustaría que estos jóvenes fuesen tratados como iguales en los países que los acogen.

El proceso de adaptación debe ser mutuo. Los autóctonos debemos dejar de creer que este país nos pertenece en exclusiva y los inmigrantes no pueden pensar que llegan a España únicamente para beneficiarse de los múltiples recursos sociales a los que tienen acceso, sino que deben saber que esta nación además de proporcionar derechos, también está dotada de normas y leyes de obligado cumplimiento para todos, vengan de donde vengan y sean cuales sean sus circunstancias personales.

Sé que lo que voy a decir me va a granjear no pocas críticas, pero trataré de ser sincera. Para mí existen dos tipos de inmigración. La primera es la que aglutina a los extranjeros que vienen a trabajar y a convivir pacíficamente con nosotros. Estudian, trabajan, participan de la vida de la comunidad, se integran, son emprendedores, se forman, se interesan por conocer mínimamente el idioma, respetan las normas y contribuyen con sus impuestos al desarrollo de este país y de esta provincia. Bienvenidos sean. Pero también está la “otra inmigración”, la que no se integra, la que vive a costa de ayudas oficiales o parroquiales sin ninguna motivación ni ganas de trabajar, la que encuentra en la delincuencia su modo de vida, la que no tiene ningún interés ni ninguna intención de convivir con los autóctonos, la que crea sus propios guetos en los barrios, la que no se preocupa por conocer las costumbres ni el idioma, la que no participa en acciones formativas, la que no paga alquileres ni créditos y tan sólo consume recursos que hoy en día son escasos para todos. Esta inmigración es la que no queremos. Al menos yo no.

También creo que existen varios perfiles de ciudadanos autóctonos según su respuesta al fenómeno migratorio. Están los tolerantes: los que acogen al extranjero, le ayudan, le consideran como igual, se relacionan con total normalidad y conviven pacíficamente con ellos en pueblos y ciudades. Y están los intolerantes: los de “los españoles primero”, los que no soportan la presencia de los inmigrantes, les desprecian, no quieren que sus hijos acudan a los mismos colegios que “los de fuera”, fomentan la economía sumergida dándoles trabajo sin ningún tipo de relación contractual, los que les explotan en el ámbito laboral y, en definitiva, quisieran verles de vuelta a sus países de origen.

Propaganda electoral de la formación España 2000, que cuenta con un concejal en la vecina localidad de Alcalá de Henares.//Foto: www.alcalainos.es

Propaganda electoral de la formación España 2000, que cuenta con un concejal en la vecina localidad de Alcalá de Henares

Yo, sinceramente, no sé en qué bando me encuentro. Porque a veces soy tolerante, pero reconozco que otras muchas, dependiendo de las circunstancias, me vuelvo muy intolerante.

Los datos. Según los datos de la Secretaría General de Inmigración y Emigración del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, a 31 de diciembre de 2013 el número de extranjeros residentes en España con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor, es decir, con papeles, ascendía a más de 4,9 millones de personas, el 11,7% de la población total. De ellos, 206.748 viven en Castilla-La Mancha y 35.181 en Guadalajara. La provincia se sitúa por encima de la media regional en porcentaje de población inmigrante, que representa un 15,5% del total, con especial presencia en la capital, Sigüenza, la zona de Molina y en municipios del Corredor del Henares, situándose Azuqueca a la cabeza con un 22,7% de extranjeros. Por nacionalidades, la mayor parte son rumanos, seguidos de los marroquíes, colombianos, ecuatorianos y peruanos. Como curiosidad, en los últimos dos años se ha producido un incremento de llegadas de ciudadanos procedentes de Asia, especialmente de China, Pakistán y Bangladesh.

A estos números hay sumar el dato de los inmigrantes irregulares. La cifra no está contabilizada pero las ONG estiman que existen entre 15.000 y 20.000 personas sin papeles en la provincia.

En cuanto a su situación socioeconómica, tomo como referencia el último estudio del Observatorio Permanente de la Inmigración de Guadalajara (OPEGU) referentes al año 2012, a lo largo del cual se atendió a más de 3.000 personas, en su mayoría de entre 25 y 34 años, con hijos a su cargo, procedentes de Iberoamérica (35%), Asia (22%) y Marruecos (21%). Cabe destacar que el 73% entró en España de forma irregular. Sólo el 50% de los atendidos tenía regularizada su situación. En prácticamente la mitad de los inmigrantes atendidos, los únicos recursos de que disponía su unidad familiar provenían de prestaciones o subsidios o no tenían recursos. Según los datos del INE existen en la provincia 6.286 demandantes de empleo extranjeros y 2.881 perciben algún tipo de subsidio por desempleo o cobran la Renta Activa de Inserción. El 53% vivía en situación precaria de alquiler o realquiler en habitaciones o pisos en los llegan a hacinarse hasta tres y cuatro familias, detectándose una importante rotación de vivienda. Casi la mitad estaba en situación de desempleo o inactivos y el resto con ingresos derivados de alguna actividad relacionada con la economía sumergida en los sectores del servicio doméstico, la hostelería y el turismo. Dos de cada diez no tenía tarjeta sanitaria y habían perdido el derecho a tenerla por no poder renovar el permiso de trabajo, por lo que la mayoría acude a los servicios de Urgencias cuando padece algún problema de salud. Y destaca que un 88% de la totalidad de extranjeros objeto del estudio afirma no participar en el tejido asociativo de la ciudad o municipio donde reside pero sí toma parte en actividades religiosas o deportivas de su comunidad de pertenencia.

Condenados a entendernos. Lo cierto y verdad es que esa Guadalajara que hace años acogía con los brazos abiertos a los extranjeros se está volviendo poco a poco más intolerante. Los propios inmigrantes no contribuyen a su propia integración ya que apenas participan en la vida comunitaria de su lugar de acogida. Así, cada día es más notoria la división y la falta de espacios comunes de relación social. Existen zonas de “acceso único” y “reservadas” para los españoles, hay parques de Guadalajara literalmente tomados por latinoamericanos, colegios que se han convertido en reductos de musulmanes y calles comerciales plagadas de negocios asiáticos. Y esta división puede llegar a ser muy peligrosa porque fomenta el rechazo mutuo. Nos guste o no estamos condenados a entendernos. Si no ponemos todos de nuestra parte estaremos desandando un camino que hace años parecía muy prometedor por los enormes beneficios y en enriquecimiento cultural, social y económico que se generan en una sociedad multicultural, plural y globalizada.