Por David Sierra
De repente nos ha entrado el canguelo. Las lluvias y las inundaciones que la pasada semana abrieron telediarios y protagonizaron el epicentro de los debates periodísticos nos ha puesto con la mosca detrás de la oreja. Que lo que veíamos alejado en la distancia como sucesos para completar el ‘parte’, ahora ocupa portadas a fuerza de ser testigos directos de la voracidad con la que la naturaleza se ceba cuando no la protegemos. Las cosechas se van al traste, por sufrir demasiada sed, o bien por sobrehidratarse. Los veranos se convierten en infiernos y los inviernos a duras penas desaparecen tal como los conocíamos. A golpe de temporal el planeta se manifiesta. Y pide ayuda.