La lotería de Navidad ha vuelto a dejar una lluvia de salud y buenos deseos en Guadalajara. Un año más, y van… En honor a la verdad, hay que decir que el año pasado la Administración Número 9 de la capital repartió 200.000 euros de un cuarto premio en el barrio del Alamín «para gente obrera y necesitada», según decía el lotero, Miguel López Carvajal. Y ya con eso nos reconciliamos con la suerte y que pasen otros ¿50 años? La última vez que el sorteo del 22 de diciembre cubrió de millones la provincia eran pesetas y no euros y el mundo aún se veía en blanco y negro.
Como muchos millones de españoles, he vivido estos días con una mezcla de incredulidad, preocupación y bochorno contemplando el triste espectáculo de ver cómo Pablo Casado, líder del Partido Popular, el principal partido en la oposición al Gobierno, apretaba el botón rojo de la autodestrucción. Cuesta creer que no sabía en lo que se metía cuando acusaba a Isabel Díaz Ayuso de corrupción, en un programa de radio y sin pruebas. A partir de ahí, han volado cuchillos y han rodado cabezas. Falta la suya, que está al caer. Ni inteligente, ni líder, ni popular. No puede haberlo hecho peor.
Mi hermana Rose tiene una frase muy buena para cuando ve a una persona que va hecha un cuadro. Siempre dice: ‘¿Quién le habrá asesorao?’ Eso mismo llevo yo pensando de Casado todos estos días, y no hablo de su ropa, ojalá fuera tan simple. ¿Quién le habrá asesorado? Cualquiera pensaría que se ha vendido al mismísimo Sánchez. De no ser eso, se ha rodeado de un equipo tan poco inteligente como él. Esas cabezas que ya van cayendo.
Isabel Díaz Ayuso es una líder. Tiene eso que les falta a muchos políticos hoy en día, carisma. Además de cercanía, inteligencia y coraje. Podría haber escrito ‘huevos’, pero queda más ordinario. Provoca amor y provoca odio, pero un odio crecido desde la envidia, porque cualquier político querría lo que ella tiene, el apoyo de la mayoría. En esta época de gobiernos Frankenstein, Ayuso arrasó ella solita en las elecciones de la Comunidad de Madrid.
‘Que demuestren que he movido un solo dedo para ayudar a mi familia’, decía desafiante frente a las acusaciones de su propio partido. Casado dio marcha atrás, aunque ya era tarde, aceptó cerrar el expediente. La Fiscalía Anticorrupción ha abierto una investigación debido a las denuncias del PSOE, Unidas Podemos y Más Madrid. Sin embargo, ya ha dicho que no ve indicios delictivos suficientes contra Isabel Díaz Ayuso.
La izquierda, como suele ocurrir en política, aprovecha el momento y saca a relucir historias pasadas. Se les llena la boca repasando delitos en el PP y, de paso, generalizan para contribuir al hundimiento. A los creadores de la Memoria Histórica les falla mucho la ídem a la hora de recordar casos de corrupción. Unos cuantos miembros de gobiernos socialistas se han sentado en el banquillo por beneficiarse ellos y a familiares y amigos. Todavía están por saberse todos los tejemanejes habidos en tiempo de pandemia. Y que un vicepresidente segundo convierta a su pareja en ministra y ella a su vez coloque de asesoras a todas sus coleguitas tampoco pasaría el filtro de la honradez absoluta. Ahí están, tan pichis. Aunque al de la coleta se lo llevó por delante Ayuso. Eso no se olvida, ni los que la odian ni los que la aman.
Mientras volaban los cuchillos y empezaba a correr la sangre, el resto de los políticos del Partido Popular medían su reacción con milimétrico cuidado. Sin saber aún quién ganaría la partida, Casado o Ayuso, mejor no definirse. Hubiera ocurrido lo mismo en cualquier partido. Los políticos están ahí porque mola, porque tienen un buen sueldo, poder, un cargo y un prestigio, o al menos eso creen. Los tópicos ideales de hacer de éste un país mejor y demás clásicas promesas se quedan en los mítines y en los discursos de toma de posesión de su butaca, de donde no se quieren mover. Cuando vienen tiempos convulsos y ven peligrar su puesto, esperan hasta saber a quién tienen que arrimarse para seguir ahí.
Algunos miembros del Comité de Dirección del PP de Guadalajara, después de ver cómo miles de personas se manifestaban en Madrid ante la sede popular, firmaban una carta reconociendo entre otros puntos que ‘el actual contexto exige decisiones extraordinarias y dolorosas, que permitan recuperar la confianza y unidad interna para poder ofrecer la alternativa al gobierno de Pedro Sánchez que España se merece’. No concretaban cuál sería esa decisión, pero sí pedían al Comité Ejecutivo nacional que designe ‘una dirección provisional que se haga cargo de las cuestiones ordinarias del partido hasta la celebración de un congreso’. Son tan delicadas estas palabras que no sabemos si significan un ‘Váyase señor Casado’ o un ‘Pero Pablo, hombre, ven que te acompaño a la puerta’.
Paco Núñez, presidente del PP en Castilla-La Mancha hablaba el lunes de una crisis en su partido que debía tener ‘una solución inmediata, urgente’, pero sin referirse a un congreso extraordinario. Cuando le preguntaron quién debería asumir la dirección del partido nacional y quién debería dimitir contestó que ‘no es momento de personalismos ni de hablar de personas’. Señor Núñez, entonces ¿de qué hablamos? ¿De las colonias felinas?
No soy analista político ni lo pretendo. Soy una española, madre, azafata y runner que ejerce el periodismo una vez a la semana. Y que generalmente, como hoy, tiene la suerte de escribir exactamente lo que piensa. Leí un artículo haciendo mofa de los que se presentaron en la calle Génova pidiendo la dimisión de Pablo Casado. El fácil recurso de criticar a las señoras peperas del barrio de Salamanca. No puedo estar más en desacuerdo. Nunca se debería menospreciar la voz del pueblo, venga de donde venga. Esa es la España que necesitamos, la que no se conforma con quejarse en las tertulias, públicas o privadas, la que sale a la calle pacíficamente a gritar su opinión. A sacar a los tibios y a los mediocres de sus despachos y sus escaños. Sean de la ideología que sean.
No hay más que encender la radio, asomarse al televisor o abrir internet para darse cuenta de la evidencia. La temida segunda ola del coronavirus se nos ha echado encima y nos está arrasando. Si desde la semana pasada, los datos de infecciones subían ya alarmantemente en todo el país, en esta ya vuelve a ser preocupante la cantidad de contagiados ingresados en los hospitales y, lo más terrible, de todo, el aumento de fallecidos diarios. En toda España, el pasado miércoles se registraron 11.289 infectados por el dichoso bicho y 130 personas fallecidas. Pero es que el martes 22 fueron 241 y el miércoles de la semana pasada 239. Son unos datos con lo que a uno de le ponen los pelos de punta y te entrar ganas de confinarte de nuevo en tu casa y no salir ni a por el pan, agotando todo lo que te quede en el congelador.