Por Álvaro Nuño.
Parecen unánimes las críticas a la actuación de todos los intervinientes en la sesión del Congreso de los Diputados del pasado miércoles. Fue una apología de insultos y exabruptos sin otro fin que tirarse los escaños a la cabeza los unos a los otros. La verdad es que podríamos habérnosla ahorrado porque lo único que consiguió es materializar una vez más la peor de las políticas, la más rastrera y ruidosa, la que no lleva a ningún sitio bueno. Otro espectáculo bochornoso en la sede de la soberanía popular por parte de unos representantes que parecen olvidarse de sus representados, algo más grave que nunca en estos dificilísimos tiempos que corren.
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Parecen unánimes las críticas a la actuación de todos los intervinientes en la sesión del Congreso de los Diputados del pasado miércoles. Fue una apología de insultos y exabruptos sin otro fin que tirarse los escaños a la cabeza los unos a los otros. La verdad es que podríamos habérnosla ahorrado porque lo único que consiguió es materializar una vez más la peor de las políticas, la más rastrera y ruidosa, la que no lleva a ningún sitio bueno. Otro espectáculo bochornoso en la sede de la soberanía popular por parte de unos representantes que parecen olvidarse de sus representados, algo más grave que nunca en estos dificilísimos tiempos que corren.
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