
Por Sonsoles Fernández Day
Hubo un tiempo, después de pasar un par de meses encerrados en unos metros cuadrados y de recuperar por fases y poco a poco la libertad de movimiento, en el que las encuestas y los informes presentaban la España rural y vaciada como el lugar ideal para mudarse, el oasis para huir de la pandemia, para sentirse libre, apartado y seguro. ‘El dinero no da la felicidad’, decían ocho de cada diez españoles, soñando con aire puro, sus gallinitas y las verdes praderas. Pero abrieron las terrazas de los bares y la felicidad cambió de rumbo.
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