Por Óscar Cuevas
La vida cambia para siempre cuando a unos padres se les comunica durante una gestación que su bebé llega con graves malformaciones. O cuando un parto se complica hasta el extremo, y la consecuencia es el nacimiento de un niño con algún grado de parálisis cerebral. O cuando un accidente deja a una criatura postrada para siempre, con secuelas insuperables. Entonces el edificio sobre el que uno construyó su proyecto vital de repente parece tener cimientos de barro. Todo tiembla. Y la familia comienza a recomponer esquemas, porque arranca una vida nueva marcada para siempre por la batalla interminable, por una pelea en la que sólo el amor incondicional ayuda a superar los peores momentos de flaqueza. En ese momento, la híper dependencia del ser amado se convierte en el eje sobre el que gira toda la existencia. Hasta límites no imaginables.
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