El retrovisor

Imagen del pantano de Entrepeñas en Sacedón en agosto de 2015. //Foto: Patricia Biosca

Imagen de archivo del pantano de Entrepeñas desde Sacedón en agosto de 2015. //Foto: Patricia Biosca

Por Álvaro Nuño.

Tengo que reconocer que no soy muy bueno para eso de las fechas, por eso me ha venido que ni pintado las alertas que nos ofrecen   las nuevas tecnologías. Por ejemplo, soy un asiduo diario a los recuerdos de Facebook, ahí donde Zuckerberg te rememora lo que hiciste tal día como hoy hace dos, tres o siete años, dónde estuviste, con quién te juntabas o qué hacías. Es una mínima parte de toda la ingente y valiosa información que los usuarios de las redes les aportamos -que estas y sus algoritmos matemáticos convierten después en millones de dólares- y que nos devuelven para disfrute propio. Bueno, volviendo al tema, Facebook me recordó esta semana que hace ya cuatro años que escribí mi primer artículo en este blog, sustituyendo a mi amigo y compañero Óscar Cuevas, del que recibí la alternativa.

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Despertaron de su letargo

Por David Sierra

Y despertaron de su letargo. Hace apenas unas semanas que los medios de comunicación provinciales e incluso nacionales alborotaban la provincia de Guadalajara con la buena nueva de la decisión de un macrogrupo logístico de instalarse en Marchamalo. Con errores de por medio, el anuncio provenía de un político de alta enjundia en la región, la noticia venía a desenmascarar que el ya manido proyecto de la Ciudad del Transporte gallarda vería la luz en su actividad de la mano de sus promotores.

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Ciudad del Transporte de Marchamalo.                                                             Foto: Cadena Ser.

A pesar de las cifras mareantes barajadas, en los cientos de miles de metros cuadrados que ocuparán y en la premura en los plazos, la gran aceptación a un proyecto que la sociedad alcarreña espera como agua de mayo ha minimizado los contrapuntos hasta convertirlos en inexistentes. Que el modelo no haya cambiado tanto una década después no importa tanto. De momento.

La consecuencia a un anuncio como ese estaba por llegar. Y lo ha hecho hace apenas unos días. También a bombo y platillo. Con el beneplácito de los medios de comunicación. Con el consentimiento que otorga el cuarto poder a lo que considera relevante para la opinión pública. Desde los nacionales como El País o El Mundo, pasando por los diarios online de mayor reputación tal como El Confidencial o Público y, como no, los medios locales hacían el eco necesario a la presentación de un proyecto insolidario con toda una provincia: el Marina D’or alcarreño con playa incluida.

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Proyecto de Alovera Beach.

Han hablado – lo hizo la periodista Patricia Biosca ayer mismo en este espacio – sobre la conveniencia de anunciarlo en este momento. Cuando el agua es un bien tan preciado que se asume como la única solución para hacer desaparecer la ‘boina’ madrileña. Cuando Entrepeñas, que un día fue el Mar de Castilla, está redescubriendo sus tesoros ocultos bajo la superficie hídrica. Cuando el Levante español, habido de la necesidad de agua para seguir siendo la huerta de Europa, había empezado a comprar el discurso de una nueva estrategia hidrológica para hacer frente a la escasez de unas zonas en con la abundancia de otras. E incluso a valorar positivamente las desaladoras.

Estos anuncios que han calado en la sociedad esconden otras realidades que son las que, sin grandes alabanzas, hacen prosperar paso a paso a una provincia expoliada en recursos y población. Y son muchos los ejemplos. En Membrillera, a escasos kilómetros de Jadraque, los veranos son multitudinarios, pero los inviernos se tornan gélidos y más aún lo fueron durante la época glaciar de Cospedal. Pero la ilusión ha vuelto a los ojos de su alcaldesa, de más de veinte años en el cargo. Lo cuenta con emoción, con ilusión. Que una joven que hace un tiempo decidiera instalarse en el pueblo para pasar la época estival haya optado por dar un paso adelante y plantearse la opción de fabricar cerveza artesanal. O que otro vecino esté pensando en llevar a cabo un proyecto de ocio ecuestre. Y cuenta que los inviernos ya lo son menos porque se ha incrementado el ritmo de visitas al municipio de aquellos ‘domingueros’ que antes sólo lo hacían en el periodo vacacional.

Y mientras Alovera Beach se desarrolla los regantes de Cogolludo siguen esperando la concesión de agua prometida mientras escuchan cómo ahora resulta que la culpa de la sequía la tienen los regadíos. La Confederación Hidrográfica del Tajo se sustenta en el argumento principal del Partido Popular para denostar un proyecto por el que nunca habían dado un duro. De nuevo el agua, que sobra para la playa campiñera, echa el freno a toda una comarca.

Tampoco los medios de comunicación nacionales han considerado relevante que los productores del espárrago verde en la provincia, que recuerdo se exporta en su mayor parte a Europa, estén recapacitando la idea de crear una marca de calidad con la que dotar de alto valor añadido a un producto que se manifiesta como ‘oro verde’ por la elevada rentabilidad que deja a quienes lo producen y comercializan. O que una zona como es el Valle del Ungría, por donde Cela discurrió en buena parte para narrar sus andanzas, esté a un paso de declararse paisaje protegido. Y que eso, bien aprovechado turísticamente, puede ser un filón económico para este territorio, siempre y cuando los visitantes, de camino, no decidan apearse en la fina arena aloverana. En Taragudo, el rugido de los ultraligeros está más cerca de escucharse a pesar de los retrasos. Y el trasiego de aficionados a esta actividad no caerá en saco roto.

Son pequeños pasos que permiten avanzar a los municipios sin desestabilizarse, sin perder su esencia, sin acabar atados de pies y manos a las promesas sobre papel mojado de algunos visionarios interesados en convencer de su sueño a todos.

Marea baja en el Mar de Castilla

Un turista hace esquí acuático en Entrepeñas junto a la orilla del pantano // Foto: ANP

La orilla del pantano de Entrepeñas deja ver las sucesivas bajadas del nivel del agua // Foto: ANP

Por Álvaro Nuño

Como para muchas personas de Guadalajara, debo confesar que para mí, el pantano de Entrepeñas (extiendan el sentimiento a Buendia) no sólo es un «gran depósito artificial de agua», como lo define la muy objetiva aunque a veces fría Real Academia de la Lengua, una definición, sin embargo, que compartirán los sedientos regantes del Levante español. Pese a no ser de la zona y por azares del destino, acabe vinculado vital y emocionalmente a ese «Mar de Castilla», tanto que me considero -y a mucha honra- un marinero de agua dulce.

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