Resulta que la pandemia nos había quitado más cosas que las que únicamente echábamos en falta. Ahora las vamos recuperando en una especie de desperezamiento del largo aletargamiento en el que tantas crisis nos tienen sumidos. Esta semana hemos conocido que en las calles de Umbralejo de nuevo habrá chavales descubriendo que los tomates no se producen en la trastienda de Mercadona y que las abejas, además de ser molestas y picar si las cabreamos, son grandes productoras de miel, cera y demás ungüentos que hasta ahora no entraban en su joven conocimiento. El Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados es tan bonito como este pueblo serrano, cuya visita es obligada para el que quiera disfrutar de la Arquitectura Negra de Guadalajara. Ni gamificación, ni competencia digital, ni robótica están a la altura de las enseñanzas que las y los estudiantes pueden adquirir pasando una semana en Umbralejo. Así que, ¡ánimo, docentes! El futuro os agradecerá este esfuerzo.
Los parques eólicos y fotovoltaicos no están siendo proyectos generadores de futuro para la provincia. Por eso esta misma semana se ha presentado la plataforma Aliente en Guadalajara. Se trata de un movimiento nacional que ahora se implanta en la provincia con el objetivo de alertar sobre los efectos nocivos que estos macro proyectos de energías renovables generan en nuestros pueblos.
Tamajón y Cogolludo. Dos municipios de la Sierra Norte de Guadalajara que en las últimas semanas han visto cómo les abandonaba otro servicio. Parece que ahora la banca pierde. Y si la banca pierde no hay beneficio social que justifique su presencia en la Guadalajara vaciada. No se trata de sacar dinero en un cajero, se trata de que las zonas rurales ya no son “país para viejos”. En el caso de los bancos la herida supera las fronteras de las zonas vaciadas. Durante la gran crisis tuvimos que rescatar a los bancos para que el sistema continuara funcionando. Pero ahora los bancos han abierto una enorme brecha digital, dejando sin atención a miles de personas mayores en nuestro país, que no operan con el móvil en sus transacciones bancarias y que se han unido al grito de “soy mayor, pero no idiota”.
Su canal de Youtube tiene 678.000 suscriptores y su cuenta de Instagram la siguen más de 420.000 personas. Por segunda vez le ha prestado su voz a Ash, en Canta 2, personaje al que en la versión original dobla Scarlett Johanson. Es una de las mujeres creadoras jóvenes con las que RTVE ha querido despedir el año con el programa “¿Quién se ríe ahora?” y junto a su amiga Inés Hernand escribió el libro autobiográfico “Que el fin del mundo te pille de risas”. En ese libro, y siempre que puede, presume de su infancia en plena Arquitectura Negra. Creció en Roblelacasa y su libro está plagado de anécdotas divertidas, emocionantes y afectuosas con este municipio en el que pasó una infancia como solo en un pueblo así se puede pasar.
Campisábalos, 60 habitantes; Cantalojas, 146 habitantes; Zarzuela de Jadraque, 42 habitantes. No son los municipios más poblados de la provincia y su volumen de población dista mucho de ser un producto interesante para las grandes compañías telefónicas. Tal vez por eso estas tres localidades de la Sierra Norte se han quedado incomunicadas y desconectadas esta semana ante la indiferencia de las teleoperadoras. Con temperaturas bajas, grandes heladas, mal tiempo… no tener cobertura para atender las emergencias y sobre todo no disponer de conexión a Internet constituye un problema profundo e intenso. Máxime cuando la dificultad se suma a la lista de limitaciones que supone la elección de vivir en el medio rural, de emprender en la España despoblada, de trabajar en la Guadalajara vaciada.
Cincovillas, Sienes, Alpedroches, Ujados… No son los municipios más visitados de la provincia. No salen en las guías turísticas y desde luego no lideran las cifras de creación de empleo o dinamismo empresarial. Son algunos de los municipios por los que circula la línea de autobús 034 Madrid-Sigüenza-Atienza-Miedes. Una línea que nadie quiere entre sus competencias y que desde luego es económicamente deficitaria.
La escuela de Cobeta ha reabierto sus puertas 30 años después de echar el cierre.
Guadalajara es tan compleja que ni siquiera podemos incluirla entre las provincias de la España vacía o vaciada. Porque Guadalajara tiene solo la mitad de la provincia vacía o vaciada y la otra mitad la tiene llena, llenada por los madrileños que cada año eligen algún pueblo del Corredor del Henares guadalajareño huyendo de los precios inmobiliarios de la Comunidad de Madrid.
Con motivo del inicio de la campaña de recogida del espárrago verde en la provincia de Guadalajara, argumentaba hace unas semanas el actual presidente de la asociación sobre el cultivo de esta hortaliza, Jaime Urbina, que había dejado de ser “tan rentable” a causa del encarecimiento de la mano de obra y los impuestos que tienen que pagar, así como la estabilización de los precios. Este hecho estaba originando que algunas explotaciones hubieran decidido reducir este cultivo en favor de otras alternativas agrícolas como el cereal. La consecuencia, según este productor que ha vinculado actualmente su principal fuente de ingresos al cultivo del espárrago verde con más de 150 hectáreas, ha sido la reducción en la contratación de los temporeros necesarios para su recogida, clasificación, etiquetado y empaquetado de cara a su distribución final. En el proceso no hace referencia a la mecanización que la industria agroalimentaria basada en este producto ha llevado a cabo en los últimos años, incentivada por ostentosas ayudas públicas.
Comienzan a difuminarse los mantras pandémicos. “De esta saldremos mejores”, “a partir de ahora sabremos valorar lo que de verdad importa”, “comienza el nuevo éxodo de la ciudad a los pueblos”. Mentira. La pandemia ha sacado lo peor de cada una de nosotras. Lo que más echamos de menos son las compras, salir de marcha y los viajes de ocio. Y los pueblos siguen tan vacíos o más que antes.
Que haya pueblos de 50 habitantes a los que ha llegado a vivir una familia de 5 personas, incrementando el padrón un 10 por ciento, no significa que se invierta la tendencia urbanita que nos acompaña desde hace más de medio siglo. Y es absurdo identificar el incremento en la demanda de vivienda en los pueblos del extrarradio de Madrid con la solución a la despoblación al medio rural. Hay pueblos y pueblos. El Casar es un pueblo y Campillo de Ranas es un pueblo. Pero no tienen nada más en común. La despoblación afecta sólo al segundo.
El espejismo fue bonito mientras duró. Pensar que iniciábamos cambio de ciclo y nos disponíamos a volver a nuestros orígenes resultaba gratificante para quienes presumimos con “ser de pueblo”. Pero hasta en eso nos engañamos, porque la mayoría de los que nos creemos “de pueblo”, realmente somos “gente de barrio”. Crecimos en esos barrios que llenaba la gente llegada de los pueblos y es ese espíritu “de barrio” el que realmente ha marcado nuestras trayectorias vitales.
Somos domingueros y veraneantes “de pueblo”. Igual que los que se afanan en hacer la penúltima ley contra la despoblación desde las diferentes administraciones. Resulta irónico luchar contra la despoblación de los pequeños pueblos desde las grandes ciudades. Es como defender la sanidad pública con un seguro privado o hablar de la lucha contra el cambio climático con una bolsa de plástico en la mano y bebiendo con una pajita. Para defender algo hay que creérselo, hay que tener pasión por ello, hay que vivirlo.
Así que propongo que en el «Anteproyecto de Ley de Medidas Económicas, Sociales y Tributarias frente a la Despoblación y para el Desarrollo del Medio Rural en Castilla-La Mancha» se dé más voz a los territorios y, sobre todo, a sus gentes. Ellas y ellos saben lo que sus pueblos necesitan para no desaparecer del mapa y conocen la dureza que impone vivir en el medio rural una vida que actualmente está diseñada para ser vivida en las grandes ciudades.
Me gustaría reflexionar también en torno a los perfiles de nuevos pobladores del medio rural que se están registrando en estos tiempos. Puesto que considero desacertado pretender que los pueblos sean cómodas oficinas para freelancers de profesiones diversas. Es justo pedir wifi de alta velocidad para poder teletrabajar, pero estamos llevando lo más absurdo de la vida urbanita a los pueblos. Comprar por Amazon a diario, esperar a un repartidor que acaba de recorrer 60 kilómetros para entregarnos una funda de móvil que vale 3 euros y vino de China en barco, comprar embutido y vino online… Eso no es “vivir en un pueblo”. Eso no frena la despoblación, no reabre escuelas, ni impide que se reduzca el número de trenes que paran en nuestro municipio.
“Viendo las nubes y escuchando a Los Panchos, digo que quiero licenciarme en paisajes, ser inspector de nubes”, me dijo una vez el maestro de periodistas Manu Leguineche en una entrevista. Cuando una persona que ha recorrido el mundo viviendo en primera línea los principales acontecimientos informativos del siglo XX habla así de su vida en el pueblo, es que hay otra mirada para poder vivir acompañado por el canto del cuco o el aroma de la lluvia.
Como diría Rosendo, hay muchas “maneras de vivir”. Y todas ellas persiguen lo mismo, hacernos tan felices como seamos capaces de soñar. Desde el espíritu de la chica de barrio que presume con ser de pueblo, os invito a volver al pueblo sin Netflix, a disfrutar del mejor grupo de whatsapp, el que toma el fresco en la plaza en las noches agostinas. Delibes dijo que “si el cielo de Castilla es tan alto, es porque lo levantaron los campesinos de tanto mirarlo”. En el pueblo se mira el cielo más que en las ciudades. A ver si hay suerte y los que desde las grandes ciudades se afanan en salvar a los pequeños pueblos tienen la altura de miras que esto necesita.
El Gobierno de Castilla-La Mancha abría el pasado lunes un cuestionario, a través del portal de participación, para preguntar a la ciudadanía de la región sobre las cuestiones a desarrollar para elaborar su Estrategia Regional frente a la Despoblación. Con esta herramienta pretende encontrar las respuestas acerca de los servicios y los factores decisivos que llevarían a los ciudadanos a trasladarse a vivir a ciertas zonas del territorio autonómico, más concretamente en el medio rural.