
Las presidentas del PP regional y provincial, Cospedal y Guarinos, entran al Infantado por la puerta principal. // Foto: PSOE / eldiario.es.
Por Rubén Madrid
La misma semana en que nos sometimos a la enésima cura de espanto con el escándalo de las tarjetas negras de Caja Madrid, la Interparlamentaria del PP celebrada en la apacible Guadalajara culminó el viernes por la noche con una fiesta histórica, al menos por el escenario escogido: el Palacio del Infantado abrió su puerta principal, cerrada a la ciudadanía desde julio, para que entrasen los exclusivos invitados a esta cita privada.
El gesto tiene todos los aires de una provocación: los dirigentes del PP se han comportado aquí como los más chulos del barrio cuando chapaban la discoteca para celebrar un guateque.
Las dudas. Este capítulo central del chusquero fin de semana de antología de la caspa alcarreña ha disparado todo tipo de especulaciones, porque faltaban los detalles más elementales. Tal vez porque al acto acudió Marcial Marín, desde el principio pareció más que evidente que el Partido Popular se había saltado a la torera el reglamento que la Junta impuso en julio de este año y que, según consta en la propia web regional, impide organizar una fiesta privada en el Infantado a partir de las 20:30 horas, incluso pagando.
Pagar, parece que han pagado 350 euros, que era uno de los aspectos que más cabreaba al personal que durante el fin de semana reaccionó airoso al rumor, que corrió como la pólvora el sábado por la noche, aunque ya en las conexiones de radio de la propia noche del viernes se decía a las claras, para estupefacción de algunos oyentes como un servidor, que los dirigentes del PP estaban culminando su reunión política en un hotel con “un ágape en el palacio del Infantado”. La fuerza de las imágenes que vimos correr por las redes sociales, ya al día siguiente, hicieron el resto.

El teniente de alcalde de Guadalajara, Carnicero, en el zaguán del Infantado, paso vetado al público desde julio. // Foto: PSOE-Twitter de Rafa Esteban.
En parte por la correcta labor de oposición realizada por el PSOE provincial en todo este asunto -lo cierto es que se la habían puesto botando-, el PP se ha visto forzado en las últimas horas a realizar unas declaraciones, más bien encaminadas a salir del paso que a aclarar un asunto por el que pareciera que no tuvieran que dar detalles, porque los súbditos deberíamos estar orgullosos de que dirigentes nacionales del PP se tomen unas copas en nuestro edificio más emblemático. Habría sido más honesto por su parte ofrecer verdaderas explicaciones-aclaraciones, pero baste decir que la figura escogida para hablar sobre el tema ha sido Robisco en unas declaraciones enlatadas, de nuevo sin posibilidad de preguntas para los periodistas, y con un argumentario extremadamente pobre.
De modo que el asunto sigue resultando turbio: se desconoce el número de invitados por los que se pagó esos 350 euros y sobre todo no se aclara qué excepción en el reglamento que regula el paso al Infantado les ha servido para esquivar la prohibición impuesta a la mayoría. Más bien sigue pareciendo que la fiesta del PP constituye la única excepción a la regla y que aquí más que nunca quien ha hecho la ley ha hecho la trampa. Lo expresaba con una imagen acertada ayer el número uno del PSOE provincial, Pablo Bellido, al hablar de “una escena digna de los Santos Inocentes, en la que se abre la puerta principal de este monumento para los señoritos cuando está cerrada para todos los ciudadanos”.
Dobles raseros. Más asuntos sin aclarar: ¿Por qué las autoridades regionales autorizan este evento cerrado al público y prohíbe convocatorias abiertas al público, como la charla de Miguel Ángel Revilla que intentó organizar el año pasado la asociación Arrebol y que fue prohibida en el Infantado alegando –qué ironías– que era un acto político? De este doble rasero se desprende una falta gravísima de cultura democrática. Tiene gracia que Revilla titulase el libro que venía a presentar ‘Nadie es más que nadie’ y que en la práctica en Guadalajara le hayan enviado el mensaje de que los dirigentes del Partido Popular son más que nadie.
Otro detalle que remarca este doble rasero tuvo lugar lugar durante la última edición del Maratón de los Cuentos, en el mes de junio, cuando la Junta pretendió cobrar a los voluntarios de la organización por cenar en el Patio de los Leones, después de prohibirles el Palacio de Dávalos, que venía acogiendo su sencillo picnic cada año. En vez de darles facilitades agradeciendo así una labor desinteresada para la comunidad, las autoridades les ponían una zancadilla estúpida.
¿Cuál es el verdadero criterio para convocar actos en el Infantado? ¿Por qué la web regional no informa de la excepción que sí ha valido para el PP? ¿En qué lugar del decreto se deja esta puerta abierta? Y en ese caso, ¿podrá Ganemos Guadalajara proclamar su candidatura en el Patio de los Leones? ¿Está disponible el histórico edificio para el socialista Pedro Sánchez en su gira de asambleas abiertas? ¿Podrá cerrar allí la campaña electoral UPyD, siempre que pague, por supuesto, 350 euros?
Lo hemos denunciado una y mil veces y seguiremos porque tenemos el virus de la indignación de Hessel: los consejeros, los concejales, los alcaldes no son los dueños de los espacios públicos de la ciudad, sino que son los gestores, es decir los amos de llaves de los palacios, los mayordomos de nuestras dependencias, los acomodadores de los teatros, los sirvientes de la ciudadanía, los servidores de quienes les pagamos –tremendamente bien, por cierto– para que cumplan con sus obligaciones. Lo dicen los manuales más elementales de democracia, asignatura pendiente de tantos de nuestros dirigentes: en sus empresas, si las tienen, podrán hacer lo que les convenga, pero en el ámbito público no son dueños ni señores. Jamás deben olvidar que el Ayuntamiento y la Junta -y no sólo Hacienda- somos todos.

Bellido enseñó ayer en su comparecencia varias fotos de la entrada a la fiesta privada del PP. // Foto: PSOE.
¿Quién pregunta? Quiero resaltar el papel que ha jugado en esta denuncia el PSOE de Guadalajara. Ante el silencio generalizado de la prensa alcarreña, incluyendo a las vacas sagradas del periodismo que han estado más preocupadas de aplaudir en el desfile patriotero del domingo, ha sido el principal partido de la oposición el que ha denunciado lo ocurrido y ha efectuado las preguntas correspondientes. El PSOE deja en muy mal lugar al periodismo local. Luego nos extrañará, por mal que esté, que editen periódicos.
A nuestros pocos medios escritos que cubren información política les han faltado reflejos o compromiso o agallas. Aunque, digitales manchegos aparte, nuestra prensa no haya reaccionado hasta que el PSOE ha tomado la delantera, lo ocurrido en el Infantado era noticiable por todos sus costados: resulta de interés general, afecta a un escenario público, se nos antoja incluso pintoresco.
Al menos se podría haber abordado el asunto por este último flanco y haber requerido a alguno de nuestros políticos provinciales, con mucha educación para no molestarles, por algunos de los aspectos más anecdóticos del distendido encuentro. En esta ciudad se nos llena la boca de admiración hacia Manu Leguineche, pero si no somos capaces de seguir sus pasos, al menos podríamos aspirar al periodismo más fucsia de Sálvame. Si lo nuestro consiste en contar historias, quizá se nos escapó el componente tremendamente humano de esas escenas íntimas desarrolladas entre grifos y leones mientras sonaba ‘El Guateque’ del Dúo Dinámico, con ese arranque mítico: “Lolita, tú tienes una forma de bailar que me fascina / Lolita, contigo yo quisiera flirtear toda la vida / Lolita, Lolita mi amooor ”.
Ágapes para ‘la casta’. Por más que sean hijos de cabreros o de fontaneros, que serán los menos de los casos, quienes acuden a una cita como la del viernes se presentan a los ojos de sus compatriotas como componentes de un estamento feudal. Ha sido un gesto feo, feísimo, de burda ostentación, que encaja como pocos en el molde de la exitosa definición de casta que ha puesto de moda Podemos. Cada una de esas imágenes es un grito clamando que son casta, aunque algunos dirigentes, nacionales pero también provinciales, pongan caras afectadas cuando luego se lo dicen a la cara.
Sorprende todavía más este derroche de arrogancia cuando andan los termómetros tan fríos en las sedes populares. Las encuestas de proyección de voto están hundiendo al PP a sólo medio año de las municipales y con las generales a renglón seguido. No sé ustedes, pero uno en el ambiente respira que incluso tienen ganas de elecciones aquellos que antaño nunca tenían ganas de elecciones. Por algo será.
En cambio, pareciera que en el PP disimularan en plena hecatombe y que, como Nerón, prefiriesen tocar el arpa mientras arde Roma. No es la primera vez que España se nos cae mientras sus mandamases se divierten en festines de palacio. Los tiempos cambian: antes eran bailes cortesanos, ahora son guateques. Y tal vez en sólo unos meses veamos a Cospedal en ‘¡Qué tiempo tan feliz!’