Un problema de identidad

Imagen del Flysch de Zumaia. // Foto: J.L. Azcano/ objetivogipuzkoa.diariovasco.com

Imagen del Flysch de Zumaia. // Foto: J.L. Azcano/ objetivogipuzkoa.diariovasco.com

Por Marta Perruca

Hace apenas unas semanas que llegué a mi pueblo, Molina de Aragón, para disfrutar del verano, y no había siquiera bajado del coche cuando recibí la llamada de Manolo Monasterio, que me ofrecía colaborar con el Museo Comarcal de Molina. Así que mis vacaciones no duraron ni un suspiro y desde entonces me encuentro detrás de este mostrador recibiendo a esos turistas y visitantes que, año tras año, llegan a esta tierra un tanto desorientados. Me gustaría decir que eso me sorprende, de veras, pero no es así.

Y es que el otro día hablaba con mi hermana Eva, que está disfrutando de sus vacaciones por el norte, y me comentaba que había estado visitando el Geoparque de la Costa Vasca. “¡Qué bien lo tienen montado, Marta!”, me decía todavía emocionada después de admirar el Flysch a lo largo de un placentero paseo en barco y consciente de mi implicación con el proyecto molinés, que acaba de ser admitido dentro de la Red Europea y la Red Global de Geoparques. Es verdad eso que dicen que las comparaciones son odiosas, pero también que detrás de este mostrador se ven las cosas desde otra perspectiva. Y entonces me acordé de los visitantes que llegan desorientados al Museo, que se asoman a esta ciudad atraídos por su imponente castillo, pero completamente ignorantes de los innumerables encantos que adornan sus alrededores. Y llegan aquí en su coche y de no ser por la Oficina de Turismo y este Museo, probablemente se marcharían sin contemplar el exuberante cañón del río Gallo, en el Barranco de la Hoz, a tan solo diez minutos de esta ciudad.

Barranco de la Hoz. // Foto: J.A. Martínez

Barranco de la Hoz. // Foto: J.A. Martínez

Pues eso le decía a mi hermana, que el Geoparque de la Costa Vasca, prácticamente es el Flysch, que es impresionante y tiene un enorme interés científico, pero que nosotros tenemos una gran geodiversidad difícilmente comparable. Y en ese momento me di cuenta de que quizá ese era el problema, que teníamos demasiadas cosas. El Geoparque de la Costa Vasca posee una identidad muy marcada en torno a este admirable fenómeno geológico, que además contribuye a explicar la teoría de la extinción de los dinosaurios y, por tanto, por sí solo es un producto atractivo y fácilmente vendible.

Y entonces llegan los turistas desorientados al Museo y siembran en mí el desconcierto, porque, en serio, no es fácil explicar a un turista todo lo que puede visitar en el Geoparque de la Comarca de Molina y el Alto Tajo “¿Por qué creéis que tiene un nombre tan largo?”.

Río de bloques de piedra en Orea. // Foto: M.P.

Río de bloques de piedra en Orea. // Foto: M.P.

“Nos hemos dado cuenta de que se necesitan cuatro o cinco días para conocer esto en profundidad”, me comentaban unos asturianos, que ponían rumbo a su tierra al día siguiente. Me mostré, en cierta medida, de acuerdo con ellos, pensando que se referían a esta comarca y cuál fue mi sorpresa cuando caí en la cuenta de que me estaban hablando de toda la provincia. Creo que fue en el momento en el que me preguntaron si merecía la pena visitar el Barranco del Río Dulce. Claro que merece la pena, pero les tuve que explicar que aquello estaba en Sigüenza y que quedaba un poco lejos para visitarlo en esa misma tarde. En ese momento comprendí que se encontraban algo más que desorientados. Llevaban tres días recorriendo la provincia y estaban totalmente perdidos. Traté de hacerles entender que no podían conocer esta comarca en un solo día, ni siquiera en dos, pues yo soy de aquí de toda la vida y todavía me sorprendo al descubrir rincones verdaderamente maravillosos.

Cascada de la Escaleruela. // Foto: J.A. Martínez

Cascada de la Escaleruela. // Foto: J.A. Martínez

Y ahí fue cuando me vi envuelta en el dilema que ha inspirado este artículo: En el preciso momento en que comencé a enumerar espacios naturales como el Barranco de la Hoz, el Puente San Pedro, el Salto de Poveda, la Laguna de Taravilla, el barranco del Horcajo, la cueva del Tornero, el entorno de Checa, Chequilla o Peralejos de las Truchas, el Río de Piedras de Orea, la Sima de Alcorón, la Sierra de Caldereros, el bosque fósil de la Sierra de Aragoncillo, el Valle del Río Mesa y eso sin tener en cuenta la ruta de los castillos, los templos del Románico Rural y un puñado de pueblos con encanto. En ese momento descubrí que es tal la diversidad de esta comarca que explicarla turísticamente se convierte en una empresa cuanto menos complicada.

Cascada de "El Campillo". // Foto: M.P

Cascada de «El Campillo». // Foto: M.P

Como ellos, son muchos los que visitan Guadalajara y pretenden saborearla en un fin de semana. Entonces llegan a Molina exhaustos preguntando, con ávidos ojos, qué es lo que pueden ver y me cuentan una historia que he comprobado que se repite con demasiada frecuencia: Resulta que se alojan en Atienza, en Albarracín, Sigüenza, Cuenca o cualquier pueblo de la Alcarria y han caído aquí, casi por casualidad.

La conclusión que yo saco es que, si después de 14 años de Parque Natural y una década trabajando en la candidatura del Geoparque los turistas no llegan aquí con una ligera idea de lo que se pueden encontrar es que no hemos sabido hacer bien las cosas.

Paraje conocido como los claros, en Peñalén. // Foto: M.P.

Paraje conocido como los claros, en Peñalén. // Foto: M.P.

Conversaba con mi hermana, todavía alucinada por la visión del Flysch, sobre la posible identidad de esta comarca. Podríamos hablar del aragonito, el mineral español por excelencia, del que Molina es la localidad tipo y, además, es el emblema del Geoparque, pero admitámoslo, la gente va a ver el Flysch porque es impresionante, pero no creo que le podamos impresionar con un aragonito, por muy curioso que sea. Y el problema no es que carezcamos de lugares impresionantes, es que tenemos muchos y muy diversos, aunque quizá ninguno tan relevante como para que resalte sobre los demás.

Y el caso es que el año pasado me lo repitieron hasta la saciedad los geólogos del Geoparque, José Antonio Martínez y Luis Carcavilla, cuando éramos evaluados para entrar a formar parte de la Red Europea y la Red Global de Geoparques: Lo que caracteriza a este territorio, geológicamente hablando, es su geodiversidad, pero también su diversidad, su riqueza patrimonial, arqueológica, etnológica, etc.

Los Centros de Interpretación, una buena herramienta

El comienzo del verano traía a mi memoria los Centros de Interpretación, porque se invirtió una cantidad ingente de dinero en su construcción, pero estaban cerrados y esta reflexión los ha vuelto a rescatar de mi memoria, precisamente, porque vuelven a estar abiertos y porque, a falta de una buena campaña de promoción turística, que no se ha abordado jamás, creo que podrían ser un buen instrumento a la hora de cumplir con su misión: facilitar la labor de mostrar los entresijos de este territorio tan diverso a los visitantes. No soy la única que se ha dado cuenta de esto, la consejera del ramo ya lo hacía apenas unos días atrás.

Lo que pasa es que la Alhambra es muy bonita y nadie que vaya a Granada prescindiría de su visita,  pero si nadie supiera de su existencia estoy segura de que su público sería limitado. De igual manera, si se conociera de su existencia, pero prácticamente nadie supiera que está abierta, me imagino que tampoco tendría un volumen importante de visitas. Lo que quiero decir es que, después de dos años cerrados, con una apertura que pasó sin pena ni gloria el verano pasado, de nada servirá que estos centros vuelvan a abrir sus puertas si no se les da la publicidad oportuna.

Desde luego, yo no me podía explicar que su apertura no se haya anunciado a bombo y platillo hasta que cayó en mis manos el calendario de apertura y comprobé que no solo ésta llegaba tarde, sino también mal. Geacam se ha hecho cargo de la gestión de los centros para los próximos dos años con el siguiente balance: Los centros de Corduente y Zaorejas abren del 19 de julio al 7 de septiembre, únicamente los fines de semana (un total de 18 días);  Checa y Orea lo hacen en el mismo periodo de tiempo, pero fines de semana alternos (nueve días cada uno). Mandayona abre del 15 de agosto al 14 de septiembre, únicamente los fines de semana (once días) y Pelegrina del 20 de septiembre al 10 de noviembre (16 días). Pueden sacar ustedes sus propias conclusiones.