Por José María Bris. (*)
Francisca Villalón era extremeña de nacimiento pero guadalajareña de corazón. Conocí a Paquita -con ese cariñoso diminutivo llamábamos a esta gran mujer- en un acto sobre emigración y la integración de los emigrantes en nuestra sociedad que tuvo lugar a finales de la década de los ochenta en la inigualable Plaza Mayor de Siguenza (S.XV). Intervinimos en un pequeño tablado que habían puesto utilizando las escaleras de la Casa Consistorial seguntina y teniendo como fondo la fachada de dicho edificio (S.XVI). Paquita estaba entonces en la Fundación Madre, una asociación sin animo de lucro, preocupada por las personas marginadas. Trataba de mejorar la calidad de vida de esas personas y su participación activa en la sociedad. Sus palabras estaban llenas de interés por esos colectivos y la posibilidad de poder ayudarles. Sigue leyendo