Por David Sierra
Sucede cada día durante el curso escolar. Padres y madres acuciados por la hora de entrada al centro dejan sus vehículos medio tirados en cualquier parte después de dar varias vueltas al colegio. Sin miramientos ni reparos. Algunos utilizan la doble fila. Otros aprovechan una parte de la acera para subirse. También están los que bloquean las entradas de los garajes. “Es sólo un minuto” argumentan. Algunos aprovechan incluso la parada en un paso de cebra para proceder a la descarga. El propósito es sólo uno, aparcar en la misma puerta y todos intuyen que ese día tendrán esa suerte que nunca llega. El conductor del autobús urbano, que recorre cada día esa ruta que le obliga a pasar cerca de varios colegios, casi nunca hace parada. Sin embargo, ya prevé el atasco que le impedirá cumplir con los horarios establecidos. Ni siquiera utiliza el claxon. Está acostumbrado. En las horas de salida de los centros, más de lo mismo.