Por David Sierra

Perro abandonado. Foto: Xavier García.
Era un cazador nato. Aunque probablemente nunca hubiera sido entrenado para ello. Lo llevaba en la sangre, que no en los genes. Bajo de estatura, de pata corta y músculo potente le permitía introducirse por las zarzas al acecho de conejos y liebres. Cuando salía, la mayor parte de las veces sin éxito, aparecía con todo el lomo y el hocico magullado por los espinos. Le pusieron Milcruces de nombre. Por su aspecto. Era complicado adivinar que dos extrañas especies habían podido generar un animal tan peculiar.