Las constantes vitales del encierro

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Servicios de Emergencia en la atención a un herido del encierro de 2016. // Foto: @guadaque

 

Por Gema Ibáñez

No seré yo quien se cargue la tradición de los encierros de Guadalajara. Ésa mochila no es mía. Y no porque les tenga una querencia especial, sino por respeto a todos aquellos que ponen su piel y su alma en un festejo que probablemente esté en las pesadillas nocturnas de la mayoría de los ediles de la ciudad. Les he visto respirar por fin cada vez que el último de los toros es encerrado ya en la Plaza. El color vuelve a sus caras, sus músculos se relajan, su saturación sube, su frecuencia cardíaca baja y sus inspiraciones y expiraciones se ralentizan y por fin son profundas.

Sí. Reconozco que monitorizaría las constantes de alcalde y concejales. Curiosidad no más. Porque siempre andamos pendientes del estado anímico de los corredores. Pero ojo con la tensión arterial que deben gastar estos días los responsables municipales. La de nuestra querida Policía Local ya la doy por alta en sistólica, fijo.

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