Por Gloria Magro.
La luz empieza a hacerse de rogar a primera hora de la mañana en estos últimos días de verano. Al contrario de lo que pudiera parecer, hay que madrugar mucho para disfrutar del silencio en los pueblos. No hay paz para los veraneantes, ni sosiego. Durante todo julio y también en agosto, el autobús de línea calienta motores bajo la ventana. Día tras día, su ralentí se cuela en el sueño y lo liquida en esa fase ligera del amanecer. No es el único ruido estival que alegra el inicio del día aquí en la Alcarria. Antes aún pasa la barredora de la Mancomunidad, precedida por un operario con la sopladora. ¿Será igual en invierno? Tal vez, aunque eso no lo sufrimos los vecinos de temporada que el resto del año estamos tan acostumbrados al bramido constante de la ciudad que ni lo percibimos. En el pueblo nos molesta hasta el canto de los pájaros que entra por las ventanas abiertas al frescor de la madrugada. Pequeños detalles para un epílogo del verano.

Cendejas De la Torre, vista del campanario en obras. Foto: Parroquia de Jadraque.