Por Luis Revuelta
La coincidencia de unos días de vacaciones con el inicio de la guerra en ucrania hizo plantearme donde ir.
Mi conciencia me obligaba a ir a ayudar a las personas que huían de la barbarie. Así que intenté enrolarme en una ONG grande pero no obtuve respuesta. Mientras buscaba en internet, lo que sí encontré fue una organización civil que se había fraguado en un grupo de Facebook y diferentes grupos de WhatsApp organizados por comunidades autónomas, donde se buscaba alojamiento y se recibían peticiones de ayuda de ucranianos para el transporte y alojamiento en España.
Uno de esos días en una charla de Abriendo Fronteras, me encontré con Luismi, al que conozco del mundo del deporte desde hace muchos años. Él tiene relación con Polonia, ya que ha sido entrenador de triatlón allí, y quería ayudar también allí. De esta manera surgió el ir con dos furgonetas, buscándonos un compañero cada uno (Alessandro y Pedro respectivamente), para llevar material y traer gente que solicitase venir.
Mientras me enteraba de los trámites para trasladar a gente a España, llegó a mis oídos que un grupo de empresarios de Guadalajara quería fletar un autobús para traer gente que quisiese venir. Así qué me propuse como persona encargada de ir en el autobús y hacer todos los trámites para llevar a efecto su propuesta. Había que encontrar un autobús, lo cual no fue nada fácil. Tuve que encargar a un compañero buscar el autobús dado que mi tiempo era limitado, las fechas de las vacaciones se acercaban y estaba dedicado a contactar con gente en Varsovia. Dos días antes de partir nos llegó el presupuesto de Alsa, con un precio razonable. Solo faltaba cerrar los flecos y encontrar bajo qué paraguas íbamos. De eso se encargó Jorge Riendas, quien un par de días antes se había enterado e interesado por el viaje. Finalmente fue mediante el club de Rugby de Guadalajara. Hay que añadir el apoyo y la recogida de material para bebes, alimentación y medicamentos de nuestros amigos y familiares, el instituto Liceo y la Escuela de Arte.

De un día para otro el proyecto pequeño y personal se había convertido en algo grande y social basado en la confianza mutua, con el apoyo de muchos ciudadanos de a pie y la indiferencia, por no decir el recelo, de las administraciones locales.
Los empresarios pagaban el autobús y nosotros el gasto de la furgoneta de apoyo y la manutención de las personas que subían en el autobús. Por supuesto, también de todas las gestiones de embajada y de la búsqueda del acogimiento a los que viniesen sin casa y nos lo solicitasen. Para ello tenia dispuesta toda la red de BUE (Grupo de ayuda social creado estos días llamado Bienvenidos Ucranianos España).
Dicho grupo está dividido en una sección de ayuda a encontrar casas de acogida y otra de apoyo a los transportes que íbamos a los países limítrofes.
En Varsovia teníamos a unas voluntarias de una fundación humanitaria buscando gente en los centros de refugiados que quisiesen venir a España. Pero antes siquiera de partir desde aquí, ya teníamos un listado de personas que nos habían pedido ayuda.
Allá es una abuela ucraniana de Madrid quien nos había solicitado ayuda hacía unos diez días para trasladar a 3 nietos junto a la otra abuela a su casa. Dos días antes de partir a la abuela de Ucrania le dio un infarto con lo que Allá tuvo que volar a Varsovia a encontrarse con sus nietos para poderlos traer a España. Los voluntarios de esta fundación polaca fueron los encargados de monitorizar todo el traslado por Ucrania y Polonia hasta Varsovia. Allá se convirtió en la matriarca de la expedición, no solo por ser nuestra traductora sino porque ejerció el liderazgo de una gran abuela para todos.
Tania es una mujer embarazada de 7 meses con dos niñas con quien llevábamos hablando más de una semana. Vivía a 80 kilómetros de la frontera y en su estado no quería viajar hasta Varsovia y esperar en un centro de refugiados sino que quería ir un día antes del viaje de vuelta.
Irina y Sofia madre e hija de 60 y 40 años qué habían perdido todos sus bienes se encontraban alojadas en casa de una española en Varsovia. No tenían nada y les daba igual donde ir. En un principio Iban a venir a Guadalajara pero finalmente contactaron con un amigo en Alemania y allí se quedaron.
Dos jóvenes, hijas de una vecina nuestra ucraniana.
A estas personas, Patricia, que es como se llama la voluntaria que hacía el listado y control de los refugiados, le iba añadiendo familias y grupos hasta completar el autobús. Casi todo eran madres con niños y en algún caso incluso también con abuelas. Son personas que necesitan ayuda. Que aunque tienen los trenes gratuitos por toda Europa no se ven capacitados a viajar estos tres mil kilómetros dando tumbos de estación en estación sin hablar otro idioma, con decenas de trasbordos, con niños pequeños o personas mayores. El avión a veces es imposible por falta de pasaporte biométrico, o porque el grupo es demasiado grande (tuvimos uno de dos amigas y cinco niños todos juntos).

Han sido cinco días en nuestra vida que no olvidaremos jamás. Tras 37 horas de viaje de ida, nuestra permanencia en Varsovia tan solo consistió en dormir una noche, descargar el autobús, comer una pizza, comprar una lista de necesidades que nos solicitaron desde el Centro de Refugiados y salir de nuevo de viaje otras 46 horas de vuelta. Una paliza física y psicológica donde el dolor se cuela por los poros de la piel, donde la tristeza de los rostros se graba en tu retina, donde el miedo y la desesperanza se entremezclan con la seguridad y la esperanza que les proporciona un autobús. Los sentimientos de agradecimiento florecen, pero la angustia de la distancia también. Los rostros cambian durante el trayecto, rejuvenecen aquellos que peor lo han pasado. Hay quien llega con maletas, pero también hay quien todas sus pertenencias las tiene en una bolsa de la compra. Unos buscan una nueva vida, esa oportunidad en un nuevo país; otros tan solo un lugar donde estar mientras dure una guerra que no entienden (aunque ninguna guerra es entendible) y volverán en cuanto acabe. Hemos llorado de tristeza y de alegría, pero sobre todo tenemos la sensación de un deber cumplido. Un deber personal para con seres humanos necesitados, cuya única diferencia con otros conflictos es que Europa sí nos ha permitido ayudar, sí les ha permitido salir y no les ha encerrado en Campos Inhumanos de Refugiados. ¡Pensemos en ello!
Han sido muchas las personas que han colaborado. Que no les quepa duda que las 40 personas que trajimos en este autobús, lleno de solidaridad, les están agradecidas; que así nos lo expresaron cuando les explicamos gracias a quienes se había montado ese viaje, que nosotros cuatro tan solo fuimos los representantes de todos esos vecinos de Guadalajara que quisieron ayudar a hacer este éxodo más humano.
PD: Este jueves 31 de marzo de 2022 hemos conseguido convertir en ONG a BUE, Bienvenidos Ucranianos España.