Yo tampoco voté

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Monumento a la Constitución de 1978 // Foto: GuadalajaraDiario.es

Por Álvaro Nuño.

Efectivamente, yo no voté la Constitución de 1978. Evidentemente con mis ocho años recién cumpliditos, no tenía edad para participar en aquel lejano referéndum celebrado ayer hace cuatro décadas como hicieron 81.355 vecinos de la provincia. Dicen los viejos del lugar -perdón, los más veteranos que lo pudieron seguir– que Guadalajara fue uno de los lugares donde la Carta Magna recibió más apoyo, un 81,43 por ciento de síes, lo que nos convirtió en la quinta provincia de España más constitucionalista de España. Por contra, un 14,14% de los que metieron su papeleta en la urna, dijeron que no la querían, lo que nos colocó como la séptima provincia del país donde más rechazo suscitó, lo que nos colocó en el mismo grupo que las tres provincias vascas y Navarra.

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Memorias de una mujer republicana

Emilia con su vieja máquina de escribir. // Imagen: Miguel Lafuente de Otto

Emilia con su vieja máquina de escribir. // Imagen: Miguel Lafuente de Otto

Por Míriam Adiego*

Mi abuela, a sus noventa años, acaba de ver en papel sus memorias. Muchos recuerdos, una vida entera… y aún muchas ganas de pelear. El martes 6 de noviembre presentó su libro en la Biblioteca de Guadalajara y fue tan conmovedor como divertido. Mi abuela es una mujer que ha sufrido y peleado mucho, pero que jamás ha perdido el sentido del humor. Por eso, incluso hablando de cosas tristes, consiguió que nos riéramos unas cuantas veces. Pero vayamos por orden… Creo que debería empezar presentándola. Sigue leyendo

Franco no volverá

Por Francisco Palero*

Francisco Palero

Francisco Palero

Se decía en aquel 1975 y en aquella Guadalajara, que había cambiado social, económica y culturalmente, que un viejo republicano, escaso de recursos, llevaba años yendo todas las mañanas al quiosco de prensa de Santo Domingo y cogía el periódico ABC, sin comprarlo, aún indicando el quiosquero que podía mirar en su interior, a lo que respondía no ser necesario, porque la noticia que él esperaba iba a aparecer en primera página. Y un día la primera página reseñaba un lacónico “Franco ha muerto» junto a la imagen del dictador metido en el féretro y Arias Navarro llorando. Y ese día, el único en su vida desde que terminó su condena en Cuelgamuros, allá por el año 1956, ese hombre compró el periódico.

Esa fue la foto que sintetiza los hechos que recuerdo y que recorrió todas las agencias internacionales: fue tan importante que ha perdurado en todas las hemerotecas.

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Julio de 1936: Cuando los oprimidos dijeron «no»

MIlicianos leales a la República, en el momento de arrestar al líder de la sublevación fascista en Guadalajara, comandante Ortiz de Zárate

MIlicianos leales a la República, en el momento de arrestar al líder de la sublevación fascista en Guadalajara, comandante Ortiz de Zárate

El comandante fue ejecutado junto al puente del Henares, el 22 de julio del 36

El comandante fue ejecutado junto al puente del Henares, el 22 de julio del 36

Por Juan Pablo Calero Delso *

En la última década del siglo XIX el periódico El Atalaya de Guadalajara publicó una serie de artículos en los que algunas personalidades locales ofrecían su particular respuesta a la pregunta: «¿Es pobre o rica la provincia de Guadalajara?». La mayoría destacaban la excelencia de sus materias primas mineras y madereras, la fecundidad de su producción agrícola o ganadera y la abundancia de sus ríos; el ingeniero anarquista catalán Celso Gomis, que la visitó en 1882, apuntó: «¡Si esta agua la tuviésemos en Cataluña, pensaba yo para mis adentros, qué de fuerza desarrollaría, cuántas máquinas pondría en movimiento, a cuántos cientos de brazos daría trabajo!». Si no faltaban los recursos, tampoco escaseaban los capitales, pues aquí tenía su solar la más opulenta aristocracia de aquel tiempo: los Infantado, los Osuna, los Figueroa, los Desmaissieres…

Sin embargo, Guadalajara fue una de las provincia menos desarrolladas, porque las familias que la dirigían con mano firme desde las décadas finales del siglo XVIII antepusieron sus intereses particulares al bien común y, para disfrutar sin disputa del poder político y manejar a la provincia y sus habitantes a su antojo, entorpecieron su progreso económico: una provincia empobrecida condenaba a la indigencia a sus habitantes que, para su simple supervivencia, dependían de los favores del poder político. Fue así como la élite liberal de Guadalajara disfrutó de una autoridad incontestable y se acostumbró al ejercicio altivo del mando. Su red clientelar cubrió con su manto hasta el último pueblo.

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