
Por Sonsoles Fernández Day
Hubo un tiempo en que lo habitual en España en el mes de agosto era el cierre por vacaciones de la mayoría de los negocios y un paréntesis en muchas actividades. Septiembre suponía la vuelta al trabajo, a las clases y a la rutina. Sin embargo, en Guadalajara no se recuperaba la normalidad al cien por cien hasta pasada la semana de Ferias. ‘Hasta después de Ferias, nada’, solían decir si encargabas algo o esperabas que te hicieran un arreglo o solucionaran una avería. Salíamos del letargo agosteño sin prisa, las clases empezaban para volver a parar unos días después y en la ciudad se respiraba ese ambiente pre-festivo que, a veces, porque prima la ilusión, es aún más divertido que la propia fiesta.
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