Por David Sierra
Vinieron para quedarse. Eran cinco. Una familia tipo: madre, padre, niña y dos niños. Uno de ellos ya adolescente. El otro aún en pañales. Decidieron buscar un lugar donde la economía familiar les permitiese rentar más. Y optaron por salir de la gran ciudad y hacer caso de los rumores que les llegaban a diario sobre que la vida en el pueblo daba mucho más de sí. La idea les apasionaba. Encontrar el sosiego y la paz después del trabajo les atraía con especial ilusión. También la creencia de ver crecer a su prole en la libertad que ofrece el mundo rural, donde las normas se adaptan a lo que dicta la razón.