Una piedra en el zapato

Por David Sierra

A medida que la situación sanitaria mejora gracias a la celeridad en la vacunación, que en las últimas semanas ha cogido velocidad de crucero con el objetivo de alcanzar la tan ansiada inmunidad de grupo, los distintos colectivos de los diferentes sectores cuya actividad se ha visto restringida en los últimos meses para impedir la propagación del virus, comienzan a demandar una vuelta a sus negociados, tal y como fueron dejados antes de la aparición de la situación pandémica.

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El último mugido

Por David Sierra

El mundo del toro alcarreño está de luto. El fallecimiento del ganadero y empresario taurino Felipe Gómez Espada ha caído como un jarro de agua fría en cualquiera que fuera aficionado a los festejos con reses bravas que se celebran en la provincia, donde se había convertido en todo un referente a pesar de la voraz competencia que existe en este negocio.

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De encierros y turistas

Por David Sierra

Pocas alegrías había tenido el sector taurino hasta la fecha. Sin espectáculo en los ruedos, salvo algunos intrépidos recortadores; sin desencierros por las calles y con los campos, por una vez, libres de soportar las locuras transitorias de perseguir morlacos hasta la extenuación para darles matarile de un plomazo antes de caer el sol; todo hacía presagiar que 2020 no tendría hueco para que el aficionado lo celebrase. Y, sin embargo, el año en el que no hubo toros, los encierros de la capital alcarreña se han puesto a la altura para ser catalogados como un acontecimiento lo suficientemente llamativo como para ofertarlo con el sello de turísticamente interesante en esta región. La Consejería de Economía, Empresas y Empleo, a través de su Dirección General de Turismo, daba luz verde a la solicitud planteada por el Consistorio guadalajareño con apoyo mayoritario de la Corporación.

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Ejemplares

En estos tiempos que corren en los que cada conducta se mira con lupa, pues de ello en muchos casos depende que se puedan producir los tan temidos rebrotes y sus consecuencias más veniales, en las últimas fechas han tenido lugar algunos acontecimientos en los que la manera de actuar por parte de quienes los organizan y fomentan ponen de manifiesto la implicación y seriedad con la que se están tomando un tema tan serio como es este de la pandemia, que ha mandado ya a la vida eterna a centenares de miles de personas en nuestro país.

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Un verano con mascarilla

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Calle Mayor de Guadalajara. // Foto: La Crónica

Por Patricia Biosca

El pasado sábado a las 23.44 horas entramos oficialmente en ese periodo de reblandecimiento cerebral, de brebajes de vino malo y gaseosa a todas horas, del “no me voy a privar de nada, que ya vendrá el invierno”, de la rutina amable entre el calor pegajoso y viajes esporádicos como espejismo de haber vivido grandes aventuras. Pensábamos que esta alternancia entre trabajo y vacaciones de verano sería para siempre, inalterable, inamovible, inapelable. Y con este tinglado mental instalado en nuestras cabezas, llega una pandemia y borra nuestra seguridad estival de un plumazo. Y ya no los grandes viajes, sino  el simple hecho de ir a pasar el día en la piscina con la tartera, está en peligro. Los pilares veraniegos se derrumban ante nuestros ojos, mientras nosotros, con cara de tontos, sombrero de playa, flotador hinchado y olor a crema para el sol, miramos el desastre como el niño que no se puede meter en el agua porque aún no ha hecho la digestión.  Sigue leyendo

Rabo de toro

Por David Sierra

No es paradójico que el rabo de toro se cotice más que nunca en las carnicerías y que un buen plato de este suculento manjar se haya convertido en algo únicamente posible para los más pudientes, cuando hace tan sólo una décadas era una de las partes que quedaban como pasto de las moscas cuando las reses de lidia se desollaban colgadas de un árbol bocabajo, minutos después de haber finalizado su participación en el ruedo, y salvo que el matarife de turno no hubiese hecho méritos durante su faena para obtenerlo como obsequio.
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Una estocada de muerte

Por David Sierra

Una estocada de muerte. Así puede calificarse lo que ha supuesto la pandemia por Covid en el sector taurino, que ya valora las perdidas en millonarias y cuantifica en elevados los riesgos de que algunas ganaderías no puedan contener la embestida de la inactividad y la crisis económica y acaben cerrando. Ganaderos, toreros y empresarios siguen echando cuentas a la espera de conocer los pormenores de la tan deseada fase de desescalada, anunciada ayer mismo después de mes y medio de confinamiento. Si la situación no mejora, se quedarán en el campo alrededor de 20.000 toros que se liquidan en plazas y calles cada año, cuya crianza se valora entre 4.000 y 5.000 euros por animal.

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Cuando la tragedia acecha

Por David Sierra

Una fiesta más que pudo virar en tragedia. Fue en Atanzón. Durante su feria chica donde, de nuevo, se dieron tres elementos que sumados son un coctel mortífero. Los toros a su libre albedrío, la edad y la inconsciencia de algunas personas en la medición del peligro. Hace unas semanas, en Horche un toro soltado al campo apagó la vida de un anciano a base de embestidas y cornadas. En Atanzón sucedió algo parecido. Aunque esta vez la suerte se alió con la víctima que, a pesar de la aparatosidad de la cogida, vio la luz y se recupera en la UCI donde fue ingresada en estado crítico. La mujer andaba entre los participantes del festejo sin que nadie se percatara del peligro que corría. Ni tan siquiera ella misma.

Y, sin embargo, a pesar de estos dos ejemplos no ocurren más tragedias porque como dicen los devotos “Dios no quiere”. Los festejos taurinos populares continúan albergando un cúmulo de irregularidades en materia de seguridad difícilmente atajables, que los convierten en especialmente peligrosos para el público y donde es habitual que se produzcan situaciones de riesgo constante para el público general.

Si bien es cierto que la legislación taurina se ha endurecido de manera considerable en aras de mejorar la seguridad de los participantes y espectadores con normativa específica que se ha prolongado incluso en el refuerzo de la asistencia sanitaria, el control sobre este tipo de espectáculos continua siendo insuficiente y, por tanto, proclives a sucesos fruto del desconocimiento de las normas.

El hecho de que estos acontecimientos vayan acompañados del adjetivo de ‘populares’ los convierten en especialmente peligrosos en la medida en que la línea que separa al público que acude a presenciarlos y los participantes que se involucran en ellos es tan tenue que permite a unos y otros traspasarla sin apenas ningún tipo de impedimento legal salvo la edad, dificultando en su caso la labor de quienes deben garantizar la seguridad dentro y fuera del recorrido del festejo en cuestión. Y tampoco ayuda el intercambio constante de responsabilidades que los agentes del orden público y los organizadores de este tipo de festejos tienen. Es habitual encontrar escenas donde la autoridad policial insta al máximo responsable del evento a llevar a cabo esa tarea de control del espectáculo al mismo tiempo que éste le recuerda que es su deber sancionar a quien incumple la normativa. Y unos por otros, la casa sin barrer y en el peor de los casos la ambulancia sonando.

Es curioso como en la celebración de otros tipos de acontecimientos populares, tal como las carreras a pie o ciclistas, la acotación de la figura del espectador y del participante es más evidente, de manera que unos y otros cumplen con el papel que han adoptado previamente. Esa identificación que se lleva a cabo a través de numeraciones en los participantes u otros distintivos permite no sólo a ambos ocupar el espacio previamente determinado para cada uno, sino distinguirse y respetarlo de acuerdo con unas responsabilidades y garantías previamente establecidas para cada caso. Quizá vaya siendo el momento también para que en los espectáculos taurinos populares se lleve a cabo una distinción previa de aquellos que acuden con intención de participar y, al mismo tiempo, separarlos del público presente. Eso ayudaría a garantizar la seguridad tanto por parte de las fuerzas del orden como por los propios organizadores del festejo a la hora de establecer las pautas necesarias requeridas para evitar cualquier incidente.

En suma con lo anterior, otro tipo de medidas como la inscripción previa de los participantes al festejo en cuestión o su limitación a un número determinado en función de las características del festejo podrían ayudar a tomar conciencia del papel que adoptan cuando acuden a este tipo de acontecimientos y sus posibles consecuencias.

Sin duda alguna, el reto es complicado en tanto que iniciativas como las planteadas chocan frontalmente con una tradición en el modo de desarrollarse de este tipo de espectáculos que suele ser poco propensa a aceptar de buen grado los cambios. Y ante la que el único argumento que vale es el de no hay nada más bonito que, después de un día de toros, llegar a casa sano y salvo.

Al mal tiempo, ¡buenas fiestas!

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Previsión de la Agencia Estatal de Meteorología para estos próximas días. // Aemet.es

Por Álvaro Nuño.

Aunque a los de Guadalajara nos parezca mentira tras un día de fiesta total y ya inmersos en el viernes de la Semana Grande, el mundo sigue girando y el resto del país  parece que corre a otro ritmo que el de los habitantes de la capital, que parecemos pensar sólo en estos días en con quién vamos a quedar y dónde para pasárnoslo lo mejor posible. La oferta esta semana es amplia y variada y hasta hoy el tiempo ha acompañado con las salvedades de un viento un poco fresco y alguna noche más fría de lo normal. No en vano, entre el vestuario de las peñas, aquí nunca ha faltado la bata o la sudadera -ambas prendas de manga larga-, conscientes de que en este mes de septiembre, a partir de cierta hora la manga corta se queda demasiado corta. También no son pocos los que piensan que el primer cohete del primer encierro del jueves rasga el cielo de Guadalajara y eso llama a la lluvia.

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La cultura del tortazo

Por David Sierra

1555324831_782580_1555324969_noticia_normal_recorte1El tendido estaba a rebosar. También todo el pasillo del anillo que rodeaba el coso. La expectación máxima. Chavales, algunos veinteañeros, otros expertos, esperaban apoyados con los brazos cruzados sobre las tablas. En los burladeros sobresalía algún capote. Tampoco hay huecos. Y cuando se aproxima la hora señalada la impaciencia se hace más evidente. Los cohetes, lanzados en trío de uno en uno, entronizan el cielo armando un revuelo. La puerta de toriles se abre con rapidez. Tira el torilero de cerrojos, ese que se asigna el cargo por afición, y con varias palmadas sobre la superficie de chapa, llama la atención de animal que brota desde la oscuridad, emergiendo con los pitones en alto.

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