
Sus Majestades, Melchor, Gaspar y Baltasar. // Foto: guias-viajar.com
Por Álvaro Nuño.
Sus Majestades, no podía dejar pasar esta fecha sin enviaros esta misiva como cualquier niño del mundo de cualquier edad. Hoy es el día de los ojos encendidos, de la ilusión y de la esperanza. Quizás sea el día y la noche más mágica del año, en la que todos los sueños se pueden convertir en realidad y todos guardamos en nuestro interior un poco de esa infancia en la que la creencia absoluta en vuestra existencia era tan real como la Navidad misma.
Desde esta tierra castellana, la llegada de sus Majestades de Oriente siempre se ha esperado, año a año, con la misma ilusión o más que en el resto de lugares de vuestro incansable camino. Ya sabéis que aquí, muchos de nosotros nos resistimos todavía como gatos panza arriba a la invasión de ese gordo fondón llegado de las nieves del norte y del otro lado del charco. A nadie le amarga un dulce y la presión de la publicidad, de las películas americanas y, por qué no decirlo, del contacto con nuevos vecinos que acaban compartiendo con nosotros sus propios costumbres, han hecho que en muchos hogares incluso se haga doblete y que mientras vosotros prácticamente salías del lejano Oriente, los renos de Papá Noel ya hayan dejado regalos a los pies de no pocos árboles de Navidad. Pero su gorrito con el pompón y sus campanillas no generan la misma ilusión que vuestros camellos y vuestros pajes. Buena prueba de ello las colas para entregar las cartas en vuestros tronos de la Plaza Mayor o la cabalgata de esta tarde, uno de los actos más multitudinarios que año a año cierra la Navidad.
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