31 de octubre, víspera de Todos los Santos, ya está aquí otra vez el tíoSam con su Halloween, sus chuches y sus muertos vivientes. Aunque Halloween ni es originario de Estados Unidos ni es de dar sustos. Su origen es celta y se trataba de celebrar el fin del verano, el Samhain. En 1840 los inmigrantes irlandeses llevaron la AllHallow’s Eve (víspera de Todos los Santos) al otro lado del océano, y con el paso del tiempo se transformaría en Halloween. Colocaban una vela encendida dentro de una calabaza para espantar a los espíritus. Mucho después llegaron las costumbres de las fiestas de disfraces, las casas decoradas con telarañas y esqueletos y los niños llamando a las puertas con su famoso Trick or treat, que tampoco es Truco o trato, sino algo así como Broma o dulce, como una pequeña amenaza de hacer una trastada si no les dan un caramelo. Decir Truco o trato resulta bastante más peliculero y efectivo, aunque sé de más de uno que tuvo que ponerse a pensar, porque no entendía qué narices significaba aquello el día que llamaron a su puerta.
Se acerca el 8 de marzo. Una fecha señalada en el calendario. Las calles se tiñen de protesta. De reivindicación. De proclamas en favor de la igualdad. En defensa de los derechos para que sean efectivos sin distinción de géneros. Para reclamar el fin de las discriminaciones, de las violencias en todas sus formas. Para hacer entender a quienes desde las aceras miran y callan incrédulos, anclados en la tradición, porque aún no comprenden el cambio al que de manera ineludible el movimiento feminista conduce a la sociedad.
Manifestación por el Día de la Mujer. / Fuente: Ser Guadalajara.
En la cola del ‘super’ la proporción, a simple vista, refleja que los avances que poco a poco se van sucediendo son lentos. Ellas siguen insistiendo en demostrar que son todoterreno. Y de eso, otros, los otros, se aprovechan. Vuelan con la compra de un lado a otro por los pasillos de la tienda, mientras atienden al pequeño chiquillo encaprichado con unos chocolates de la caja. Con el portafolio del trabajo bajo el brazo. Multiplican esfuerzos y alzan la cabeza altivas. Mujeres del nuevo siglo. Capaces de todo. Convencidas de haber superado el listón sostenido de manera y bajo unas reglas que no preveían su presencia en la línea de salida.
Otras utilizan el teléfono móvil como una prolongación de la oficina, mientras sus ojos desvelan propuestas para la cena. Preguntan con descaro a la dependienta donde está eso o aquello, marcando el territorio a través del establecimiento de esa diferenciación de clase que otorga el poder económico, ese que incide en las mayores desigualdades y cuya lucha para frenarlas ha quedado relegada al ostracismo bajo el temor de la desaceleración. Vestidos y perfumes se enfrentan al uniforme aromatizado de la panificadora. Los planes de igualdad inciden sobre las mujeres que ya están empoderadas y relegan a las débiles a la sumisión social de las rutinas que marcan el día a día. Son soluciones que se alejan de la otra mitad, de su educación, de su involucración, de recibir y decodificar el mensaje correctamente y de dotarle de las herramientas y conocimientos necesarios para eludir la desinformación y evitar caer en el adoctrinamiento que rezuma de las tradiciones.
Aparecen amas de casa que extrañan a sus hijos cuarentones, aún dependientes de la economía familiar, incapaces de adquirir una barra de pan sin equivocarse. Siguen cumpliendo con aquello que heredaron de sus madres, defienden en libertad vigilada los valores que les instan a permanecer enjauladas entre los barrotes invisibles del costumbrismo machista. Y lo defienden con uñas y dientes. Y, cuando a veces se revelan, es una rebelión ficticia que acaba de nuevo en el redil; sin consecuencias, a no ser que enviudar antes de tiempo suponga esa llave liberalizadora.
Sintomáticamente, el 8 de marzo se ha convertido en una cita de contraposición de pareceres entre las propias mujeres. De conceptos, de modelos. Una confrontación dentro del propio género femenino con respuestas, actuaciones y manifestaciones públicas dispares. Una lucha necesaria en la que, quizá por primera vez, la masculinidad se pone al servicio de la femineidad o bien queda al margen como un mero espectador expectante por el resultado final. Llegar hasta este punto pone de manifiesto que el movimiento feminista ha dado pasos de gigante hacia ese reto utópico que consiste en conquistar la igualdad.
Y sin embargo, la igualdad aún queda lejos porque sigue siendo sumisa. Está sometida. Carente de la distancia necesaria para evitar la imposición de un género sobre el otro. Es una igualdad que continua abriéndose paso para sobresalir entre las acentuaciones constantes de las diferencias entre hombres y mujeres en vez de focalizarse en aquellos aspectos que pueden generar más empatía. Que no es otra cosa que la propia humanidad, entendida como tal.
Exhibición de la Escuela de Folklore. // Foto: Diputación de Guadalajara
Por Ricardo Villar*
Sábado cualquiera de mediados de los años 90. Las señales horarias anuncian el mediodía. José Alfonso Montes, al micrófono. Comienza Guadalajara Folk. Han pasado veinte años de aquellas mañanas de música tradicional en el antiguo dial de la 88.6 de la Cadena Ser Guadalajara. Sonaba en la emisora Río de Piedras, Alquería o cualquiera de las rondas de la Provincia, que habían editado algún disco por aquellos años. Tras el cese del programa, los aficionados a la cultura tradicional nos pasamos al calor de Trébede, en Radio 3, con el célebre Iñaki Peña como conductor. Pues bien, esa generación que permanecía atenta a esos sonidos e historias tan nuestras, es la que hoy sigue luchando y tomando el relevo generacional a la pervivencia de la música de raíz y al mantenimiento de las tradiciones más ancestrales de nuestros pueblos.
La Real Academia de la Lengua, define Folklore como el conjunto de costumbres, creencias, artesanías, canciones y otras cosas semejantes de carácter tradicional y popular. Guadalajara, que antaño fue una provincia con un alto porcentaje de población rural, hoy se muestra cómo una de las zonas más desequilibradas de todo el país en cuanto a la distribución de su población. Y ahora que está en boca de todos, encabeza el ránking de las zonas menos habitadas de la península. Estos cambios demográficos han afectado de forma indudable a la supervivencia de nuestra cultura y se han llevado por delante numerosos festejos que aquí se celebraban.
Sin embargo, la tendencia parece que lleva unos años cambiando. En vez de que se sigan sumándose tradiciones a la lista de eventos desaparecidos, numerosas asociaciones, ayuntamientos y vecinos a título particular, vienen desarrollando ingentes trabajos en los pueblos para que sus raíces no se diluyan en la monotonía del día a día. En muchos núcleos ya es tarde. Y también se podrá debatir si estas recuperaciones se ciñen a aquella antigua realidad o meramente son un conjunto de personas «disfrazadas» que añoran un pasado que, en el lugar de nacimientos de los suyos, fue mejor que el que ahora representan tantas casas cerradas y chimeneas apagadas. Lo que sí que es cierto, es que cada vez hay más personas que cogen el testigo del rescate de la memoria de nuestros mayores
En estos tiempos de nuevas tecnologías y de consumismo arrollador, la vida va cambiando al instante. Aquellas vidas pausadas de nuestros abuelos, son mero recuerdo de hemerotecas. Hubo un momento en que la sociedad cambió los hábitos de vida a tal velocidad, que las tradiciones que se iban pasando de abuelos a nietos quedaron desprotegidas en esa cadena de transmisión. Muchas costumbres se quedaron por el camino, miles de canciones se aparcaron en plazas y fuentes, y los antiguos oficios se quedaron atrapados en las lentes de las viejas cámaras de Camarillo. Pero la falta de identidad a la que nos empuja esta vida globalizada, de prisas y atropellos, es una de las razones por las que lleva a mucha gente a buscar más allá del dónde venimos y a luchar por la sustentación de nuestras tradiciones y al rescate de aquellas que desaparecieron a mediados del siglo pasado. La recuperación de distintas festividades, la aparición de varios grupos de folk cargados de gente joven o la celebración de muestras en torno a antiquísimos oficios, son unos ejemplos de que nuestras raíces siguen vivas. Y que aquellos nacidos entre los setenta y los noventa, serán a corto plazo los que tengan un papel fundamental en su perduración en el tiempo.
Otro aspecto que resulta curioso son las costumbres religiosas. Resulta que cuando menos católicos confesos hay, en época moderna, es cuándo más se están consolidando pasiones vivientes, certámenes de bandas o distintos actos religiosos que se prohibieron o se dejaron de hacer hace siglos, como el del descendimiento que se recupera en Sigüenza en estos días, tras caer en el ostracismo durante más de doscientos años.
Todo este cúmulo de tareas por la pervivencia de músicas, oficios y tradiciones, últimamente lo han venido a ligar a los problemas de despoblación, agravados en las últimas décadas en nuestro medio rural. Pero fueron otros muchos los que siguieron, y siguen, la estela de los trabajos que se hicieron en nuestra tierra a comienzos y a mediados del siglo pasado. Encomiable ha sido el esfuerzo de los que fueron puerta por puerta, preguntado a los mayores o buceando en los archivos. Hay infinidad de ejemplos. Y antes de que existiera la Laponia del Sur o la Siberia española, estos eruditos ya llamaban la atención sobre el valor de nuestra idiosincrasia. También las corporaciones locales y la institución provincial, amén de los centros privados, han fomentado escuelas, cursos o aulas por muchos pueblos. Estos espacios, están dirigidos por grandes profesionales amantes de la provincia y que son los encargados de trasladar los conocimientos de nuestra cultura popular, a las generaciones venideras. La tradición y el folklore de la provincia no es una moda. Es la necesidad de conocer nuestras raíces, para entender quienes somos, gracias a los que fueron. Y qué tal vez con esto, nos sea más fácil entender el futuro de nuestra provincia.
* Ricardo Villar Moreno (Guadalajara 1984) pasó por la Escuela Provincial de Folklore entre 2004 y 2014 y en la actualidad mantiene el vínculo con la misma, al estar ligado al aula que permanece abierta en Sigüenza. Fruto de su compromiso y pasión por su tierra, impulsa y mantiene la recuperación de varias tradiciones perdidas, en especial algunas de las que todavía perviven en la Sierra del Ducado. Ha colaborado en distintas actividades con la Diputación de Guadalajara.
Imagen que abre el reportaje difundido por PACMA sobre encierros por el campo en la provincia.
Por Concha Balenzategui
Más de 18.000 reproducciones en cinco días lleva el vídeo del Partido Animalista contra el Maltrato Animal que denuncia los abusos que se comenten en los encierros por el campo en nuestra provincia. No cabe duda de que estas imágenes, calificadas de ”brutales”, con los vecinos en fiestas como “extras” y los escenarios naturales de varios municipios de Guadalajara, han conseguido lo que se conoce como un impacto viral. El vídeo ha sido noticia desde su difusión la pasada semana en varios medios de comunicación nacionales.
Los hechos mostrados en este reportaje pertenecen a festejos desarrollados durante el verano de 2015 y no solo en la Alcarria, como dice el título, sino también en La Campiña. Y no es la primera vez que PACMA denuncia hechos similares, ni que se crea polémica sobre el trato a los animales en las sueltas campestres de reses. Tampoco es la nuestra la única provincia donde se denuncian diferentes festejos populares, como muestra su canal de Vimeo. Pero que haya otros municipios en su “lista negra” no es óbice para que se sienta cierta vergüenza al comprobar que Guadalajara se convierte en noticia por esta cuestión.
El sábado me puse el abrigo y la bufanda de la abuela y me fui con unos treinta amantes del folclore (y también del Dépor) a visitar Atienza. Hacía frío, como era de imaginar por esos lares, pero la Sierra siempre trata bien a sus visitantes y, a pesar de las bajas temperaturas, no tuvimos que sacar los paraguas ni escondernos en los bares o en los soportales de la Plaza del Mercado. Se quedó buen día y, tras varios paseos, un buen caldo de setas y unas coplillas en medio del pueblo, conseguimos llegar a nuestro destino: la Posada del Cordón, Centro de la Cultura Tradicional de Guadalajara.
Félix Nolasco, artesano, constructor y divulgador de la zambomba.
Por Félix Nolasco Roche*
¿Qué sonido tiene la Navidad? La Navidad suena a zambomba, suena a villancicos, suena a rondas y suena al espíritu navideño con el que las personas comparten y se divierten en estas fechas.
La Navidad es tiempo para pasar con amigos y familiares, para pasar tiempo juntos, ¡y si es con música mucho mejor! Porque que a través de la música se comparten muchos sentimientos y cualquier instrumento vale para acompañar un villancico.
La Navidad se percibe desde el momento en el que se monta el belén, se engalanan los escaparates, se encienden las luces, se hacen dulces típicos, se pone la castañera, se anuncian los concursos de villancicos y ya se prepara todo para disfrutar con la familia y los amigos.
José Carlos Martín, actual poseedor de la licencia TEDx en Guadalajara. // Foto: José Carlos Martín.
Cuando hace ya casi tres años, un 25 de Septiembre del 2012, solicité una licencia a la organización TED para organizar un evento TEDx en Guadalajara, nunca pensé que aquel clic generase tantas experiencias. Permitidme que a unos días de la edición de este año, precisamente otro 25 de Septiembre, esta vez del 2015, y aprovechando la oportunidad que me brinda El Hexágono, haga una reflexión en voz alta sobre el pasado, presente y futuro de TEDxAlcarriaSt.
Creo que debemos empezar por el por qué, para explicároslo he recuperado un texto que escribí a las pocas semanas de conocer que me habían otorgado la licencia, es el siguiente: “El objetivo de TEDxAlcarriaSt es dinamizar la actividad innovadora de la ciudad a través del descubrimiento del talento local y la puesta en común de ideas que, como dicen en TED, merezca la pena difundir”. Sigue leyendo →
Estampa de la Fiesta Ganchera del Alto Tajo pintada por Delia Martín.
Por Concha Balenzategui
Dentro de unos días, el 28 y 29 de agosto, se celebra una nueva edición, la décimo novena, de la Fiesta Ganchera que cada año se celebra en el Alto Tajo. Se realiza esta vez en Peñalén, siguiendo el turno rotatorio establecido entre los municipios que impulsan esta fiesta, que además del anfitrión, son Taravilla, Poveda, Peralejos de las Truchas y Zaorejas.
Leía hace unas semanas uno de esos listados tan extendidos como a menudo vacíos de contenido y rigor, que el evento está considerado como una de las cinco fiestas más originales de España. Pues aceptamos el cumplido, con tal de que se promocione una de nuestras celebraciones más interesantes y también esta preciosa comarca. No obstante, creo que la Fiesta Ganchera podría ser considerada muchas cosas antes que original.
Molina de Aragón se apunta a la tendencia de recuperar Los Mayos.
Por Marta Perruca
“Ya estamos a 30 de Abril cumplido, alegraros damas que Mayo ha venido”. No hace tanto, las tradiciones de nuestros padres y abuelos parecían tener cierto olor a rancio y trasnochado y ahora, sin embargo, parece que todo “lo de antes” vuelve a estar de moda y ya nadie se siente fuera de onda si lo que toca es desempolvar del arcón la falda de fieltro rojo y el corpiño o enfundarse la enagua y los pololos, para arrancarse con esas tonadas populares que los mozos cantaban en la víspera del 1 de mayo.
Y en esas estamos hoy, 30 de abril, porque una serie de colectivos de mi pueblo, Molina de Aragón, (Las Lunares, la Asociación de Jubilados y su coro, el Centro de la Mujer y el Aula de Música) se han propuesto recuperar, si no el espíritu de esta tradición, al menos sí su música, y han convocado un año más a todo aquel que lo desee en los jardines de los Escolapios, para recorrer las plazas de la ciudad cantando las canciones tradicionales de esta festividad. Sigue leyendo →
Ahora que está tan de moda eso de decir cuándo «se es» o «no se es» de Guadalajara, quiero levantar mi copa en este brindis pre festivo por la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de nuestra capital. Porque pocas cosas están tan pegadas a la piel como este desfile de personajes históricos, histriónicos y populares que, cada año, dos o tres veces, sale a las calles de la vieja ciudad. Porque no eres de Guadalajara si no has corrido de niño ante las fustas de la Follolla, y no le has gritado eso de que «come pan y cebolla». O si no has escapado del Demonio o el Fakir. No eres de Guadalajara si no has admirado a esas torres que pasean caricaturescas interpretaciones de históricos personajes de la provincia como el Marqués de Santillana, la Princesa de Éboli o el Chino de la Cotilla.
Este Quijote, junto a Sancho, fue el primer cabezudo de la ciudad, en 1900 // Foto: Archivo Municipal de Guadalajara
La comparsa desfilará en los próximos días, de nuevo, por Guadalajara. Son ya 114 años los que llevamos los arriacenses a su lado, desde que la corporación municipal estrenara sus primeras figuras un 14 de octubre de 1900. Los había donado para la ocasión el conde de Romanones, que de aquella era alcalde de Madrid, y en su nacimiento sólo fueron 4 personajes, dos cabezudos (Quijote y Sancho) y dos gigantes: la pareja chinos. Desde entonces no han faltado a la cita con nuestros niños, que les corren, les incitan, les provocan y les celebran con una sencillez que uno se sorprende de verlos, por una vez, alejados de la televisión, la tableta, el smartphone, el ordenador o cualquier otro aparato con pantalla. Mientras los pequeños corren alborozados quebrando las acometidas de los cabezones, los mayores admiramos el porte de los gigantes, y sus bailes, que acompasan el sonido de las gaitas, y que hace que el centro de Guadalajara suene a jota, a dulzaina, a Castilla. A esencia de la tierra.
Explican los entendidos que las comparsas de gigantes y cabezudos proliferaron por toda España a finales del siglo XIX; fundamentalmente a raíz del estreno de la famosa zarzuela homónima de los maestros Echegaray y Caballero, en 1897. Y nuestra ciudad no fue una excepción. Desde entonces, desde ese lejano 1900 que despedía siglo, la colección de cartón piedra ha pasado épocas peores y mejores. Tuvo un auge inicial, con compra sistemática de figuras, y un incremento exponencial en 1947, cuando la corporación compró más de una decena de personajes de una tacada. Pero con el tiempo pasó penurias. Fue cuando la modernidad estuvo a punto de acabar con ella.
Agapito es el último cabezudo que se ha incorporado, gracias al regalo de la peña homónima // Foto: Ó.C.
Los años del desarrollismo, aquellos 60 y 70 en los que todo lo nuevo se saludaba con alborozo y lo viejo se desechaba, supusieron el deterioro y la pérdida de decenas de cabezudos y gigantes, que se estropeaban sin reparación, o se prestaban sin que nadie reclamara su devolución. Los 80 fueron de un declive continuo, y en los 90 ya apenas quedaba nada que mostrar. Pero fue entonces cuando la sociedad civil (de nuevo la gente de la calle dando el paso adelante) salió en su ayuda, gracias a la Asociación Cultural de Gaiteros y Tamborileros -que realizó un sesudo estudio histórico- y fundamentalmente a la labor de dos amigos de quien esto escribe, Juanjo Molina y Julio García Bilbao, que comenzaron a trabajar en su catalogación, restauración y recuperación. Afortunadamente, también, Jesús Orea, era entonces el concejal de Festejos, y mostró una vez más la sensibilidad que le caracteriza, poniendo todos los medios para encargar una completa reparación. Y así, en el año 2000 pudimos celebrar el centenario de estos amigos con todos los muñecos bien «maqueados».
Mangurrino es uno de los favoritos de los niños. Es el «cabezudo amable», que no golpea con fusta // Foto: Ó.C.
En los últimos tiempos incluso hemos incorporado un par de personajes maravillosos a la cabalgata, como son el Mangurrino, ese cabezudo amable que nos recuerda al genuino tipo popular que alegraba las calles de la ciudad hasta su muerte a finales de los 70, y que se me antoja que es el favorito de los más pequeñines, probablemente porque es el único que no pega, sino que sólo saluda. Y más recientemente, hace 7 años, llegaba a la pandilla Don Agapito, un regalo que hizo la peña del mismo nombre a la ciudad, en un gesto de enorme categoría que creo que no se ha valorado lo suficiente. Por mi parte, lo hago ahora públicamente.
Voluntarios se afanan en las naves del Fuerte en poner a punto a la comparsa // Foto: Ó.C.
El otro día pasé por el Fuerte, y vi como la comparsa aguarda ya en sus naves su inminente vuelta a las calles. Allí la cuida un grupo de entusiastas voluntarios que encabeza Raúl Blanco (presidente también de la Junta de Cofradías, dicho sea de paso), y que en estos días anda poniendo todo a punto para que nada falle en su cita con la ciudad. Hay previstas cuatro salidas de los Gigantes y Cabezudos para los próximos días: tres en solitario, y una más dentro del Desfile de Carrozas de este sábado. Y echando un vistazo a los muñecos, he de decir que quizá va siendo hora de que, 14 años después de su última puesta a punto, el Ayuntamiento tenga de nuevo un pequeño gesto para con estos amigos de cartón, cuya pintura vuelve a necesitar un repaso que los haga lucir en todo su esplendor. Quizá también sea momento de incorporar algún que otro personaje nuevo. Otro «tipo de ciudad» convertido en nuevo cabezudo para recuerdo y homenaje. El añorado Pepito Montes tiene todas las características para ser bienvenido a esta pequeña parada de cariñosos monstruos.
Nosotros, los vecinos de Guadalajara, tenemos una deuda con los Gigantes y Cabezudos. A cambio de nada, han alegrado a generaciones de arriacenses durante más de un siglo. Por eso les invito a acompañarlos, a disfrutarlos un año más, pero sobre todo, a quererlos, a valorarlos, a tenerlos como algo propio. Son nuestros, son una suerte de icono de pertenencia. Son como ese pañuelo morado cuyo nudo nos ata a la fiesta, y a la tierra.