
Campus de Guadalajara, vista lateral. // Foto: Wikicommons
Por Patricia Biosca
Tal día como hoy hace 14 años me encontraba esperando las noticias de la Comunidad de Madrid sobre mi futuro: había elegido una decena de carreras y universidades diferentes en riguroso orden de preferencia, sabiendo que allí estaban mis -al menos- próximos cinco años de vida. Yo no tenía nada claro qué es lo que quería hacer con ellos, lo que sí sabía es que bajo ningún concepto quería pasarlos en el campus de Guadalajara. Pero mientras yo soñaba con un piso de estudiantes en Madrid -que nunca llegaría-, una beca Erasmus en el lugar más lejano y remoto del planeta -que tampoco realicé- y sentir mía aquella ciudad de la que cantaba Joaquín Sabina -a la que nunca he terminado de coger el punto-, había muchos compañeros para los que el argumento contrario les podía más que aquella prometedora aventura. Ellos (porque había más de uno) escogieron bajo la premisa de estudiar sin coger la Continental (ahora ALSA) o el Cercanías, lo que limitaba en mucho el abanico de carreras a escoger. Enfermería, Magisterio, Arquitectura Técnica, Empresariales y Turismo. Como las lentejas, si quieres las comes y si no las dejas. Sigue leyendo