
Representantes de Podemos, Ganemos, Equo, UPyD, IU y PSOE respaldando a Manuel Granado, presidente de los guías, en la convocatoria ‘Abraza el Infantado’. // Foto: Cultura EnGuada.
Por Rubén Madrid
No sé ustedes, pero esperaba más asistencia a las últimas manifestaciones vividas en las calles de Guadalajara. Cerca de 400 alcarreños abrazaron el domingo el Infantado en un gesto de cariñosa reivindicación de puertas abiertas en el monumento. Fueron bastantes si se tiene en cuenta que la convocatoria llegó después de que las propias autoridades del «guateque» sofocasen su propio incendio, al dar marcha atrás al pago por acceder al Patio de los Leones. Pero no alcanzaron a sumar el medio millar que esperaba la propia organización: nada menos que catorce colectivos, todos los partidos menos el PP y un buen puñado de asociaciones culturales con muchos socios, mucho tirón en sus eventos y muchos seguidores en sus redes sociales.
Tampoco una semana antes la suma de esfuerzos de cinco plataformas y los sindicatos de la provincia logró un llenazo en las calles de la provincia a la altura de la confluencia de voces y de la intensidad y el volumen de los recortes que denunciaban. Sobraban los motivos, pero faltaron ciudadanos detrás de las pancartas. Estuvieron unos 2.000. Pero es que tampoco la manifestación de abril por el principal caos municipal de la legislatura, el servicio de autobuses, logró rebasar el millar de manifestantes. Aunque la política municipal no es un asunto que generalmente toque la fibra, siguen pareciendo más bien pocos como para dar por ganada la batalla en la calle.
¿Se ha agotado acaso el aliento? ¿Ha ingresado la ciudadanía en la senda del crecimiento y transita por la vía mariana de la buena dirección?

Detalle de la manifestación convocada el 8 de noviembre por varias plataformas y sindicatos. // Foto: La Otra Guadalajara.
Uno, que dedica un buen trozo de su tiempo a observar, tiene la impresión -y sólo es eso, una impresión- de que precisamente el hartazgo es tan desbordante que incluso hay cierta desidia a la hora de salir a la calle: la legislatura ha sido larga y caliente en movilizaciones. La indignación llega muy justa al ‘sprint’ final. Y la gente -esta es la impresión, insistimos- ya no quiere manifestarse, sino votar. Y probablemente este es el gran cambio operado entre los descontentos en apenas una legislatura, porque si en la antesala de las elecciones de mayo de 2011 eran muchos los que salieron día sí y día también a las calles -e incluso hicieron noche en las plazas- pero votaron con desgana o no votaron, sólo cuatro años después se observa que tienen ganas de votar incluso los que nunca solían tener demasiadas ganas de votar.
El malestar ciudadano seguiría ahí, pero la gran pregunta, a estas alturas de la película, sería otra: ¿quién logrará capitalizar este desconento? Y la respuesta nos remite a las caras que aparecen en la foto que encabeza este artículo, la de los representantes políticos que precisamente se sumaron a una de estas últimas manifestaciones.
UPyD. La marca PP es una marca depreciada. Ocurre con todo partido que gobierna en plena crisis y se lo ha ganado a pulso el PP con medidas no sólo impopulares sino ineficaces como solución a los problemas de los ciudadanos. Muchos de quienes creyeron en sus milagros están hoy defraudados, como le ocurrió al PSOE hace cuatro años. Y tampoco cala el mensaje de que la corrupción es cosa de todos: se ha filtrado hasta los cimientos de la sede de la calle Génova, se ha metido en su caja fuerte, ha acaparado casi todo el consejo de ministros de Aznar, ha campado por casi todas las comunidades donde ha gobernado… Todo esto también influye en las municipales, sobre todo en las capitales.
Y, por si fuera poco, el galimatías formado con el paso para delante y el paso para detrás de la Ley del Aborto de Gallardón ha enervado a su ala más radical. Veremos si el experimento surgido a principios de año, Vox, es capaz de pescar en este río revuelto de la derecha. Lo cierto es que su actividad pública en la provincia tras las europeas, en las que tampoco dieron la campanada, ha mantenido una intensidad muy baja. Si acudimos a su web o hacemos un barrido en sus redes sociales no hay aún debate ni propuestas en clave local. La misma incertidumbre trasladan, al menos de momento, proyectos como Ciudadanos -hace un par de días convocaron una reunión con vecinos, pero ningún medio informa de ella- o los independientes de la región que en principio se reunirán en torno a unas mismas siglas, UCIN.

Consejo local de UPyD, con su candidato a la Alcaldía, Dámaso Cabrera, segundo por la derecha. // Foto: Guadaqué.
Parece más posible que sea UPyD quien más se pueda beneficiar en Guadalajara del descontento entre ciertos sectores del centro y de la derecha. La formación magenta ha pasado casi toda la legislatura en blanco, después de una crisis interna que se solucionó con la renovación del Consejo Local a las puertas de las elecciones europeas. Su reaparición pública en los últimos tiempos da la sensación de un oportunismo forzado por la proximidad de las elecciones. Pero tampoco son los únicos. Y, con independencia de que haya ciudadanos que pongan sobre la balanza lo que unos y otros hacen entre elecciones, habrá muchos otros que vean en ésta opción el camino más corto para emitir un voto de castigo contra el PP. Y, en cualqueir caso, parecen dispuestos a recuperar el tiempo perdido: se han convertido en los primeros en ponerle cara a sus candidaturas, incluyendo a su alcaldable, Dámaso Cabrera. A partir de ahí, todo lo que tienen que hacer es aportar al debate local.
La suma de Ganemos. Tal vez muchos no sepan apenas nada de Ganemos, pero existe. Supone un ambicioso proyecto de articulación de movimientos políticos y sociales de izquierda de la ciudad, de cuyo banderazo de salida ya hablamos en verano con motivo de su primera asamblea; desde entonces siguen construyendo la compleja arquitectura del proyecto, con el reflejo de su confluencia en unas listas, un programa común y una necesaria presencia en la calle como justificación de su esencia ciudadana.
Un viejo dicho asegura que si se juntan dos tipos de izquierdas pueden formar tres partidos. Hace cuatro años el tercero en discordia acampó en la Plaza Mayor. Y el cuarto, la plataforma ‘Más de un ciudadano’, sumó algunos votos pero seguramente restó una voz de izquierdas en la Corporación, aun cuando su propuesta se parece tanto a la que ahora todos ponen en marcha de forma conjunta. El resultado fue que de aquellos que hoy se unen para poner en marcha un proyecto de ‘nueva política’, sólo IU obtuvo un edil y un diputado provincial que son, a día de hoy, el único y verdadero patrimonio del que parte esta iniciativa, porque las expectativas a rebufo de los aires de cambio en todo el país o de los resultados de las europeas son sólo castillos en el aire.

Pancarta de Ganemos Guadalajara en la manifestación ‘Defiende tu tierra, defiende tus derechos’. // Foto: Ganemos Guadalajara.
Hasta donde uno sabe, la construcción de este proyecto camina sin prisas pero sin pausas. La ambición de su configuración se traduce en desgaste de tiempo y aquí radica tal vez uno de sus principales riesgos. Muchos de quienes pueden respaldarles en mayo no dudarán en hacer uso del voto útil para el PSOE de Guadalajara si no ven que Ganemos sea capaz de presentar un proyecto sólido cuando la carrera acelere, sseguramente en cuanto estrenemos el calendario de 2015. Más allá de su capacidad para articular un movimiento de izquierdas y a su vez un laboratorio de democracia ciudadana con presupuestos participativos y una candidatura pegada a un verdadero código ético, para muchos ciudadanos lo que está en juego es un asunto central: desbancar al PP. Dicho sin circunloquios: quieren fuera del Consistorio a Román, a Guarinos de Diputación y a Cospedal de Fuensalida. Y eso, que incluso para el PSOE supone un esfuerzo ímprobo, desde este otro ámbito sólo se hará sumando. Y sumar exige, paradójicamente, ciertas renuncias de lo propio.
Podemos. Las encuestas estatales les sitúan como la tercera formación del país, casi en empate técnico con PP y PSOE. Acaban de culminar su proceso constituyente, cuyas principales consecuencias han sido aupar a la cúpula al grueso de los miembros fundadores y conformar una estructura de partido más clásica de lo que pregonaban, pero menos clásica de lo que les reprochan quienes ventilan el asunto diciendo que los de Iglesias ya son casta. Otra de las consecuencias directas para lo que aquí nos toca, en el análisis local, pasa por la renuncia a ingresar en los ayuntamientos. Es obvio, por más circunloquios que ofrezcan, que no quieren arriesgar su marca en la arena municipal. En esta estrategia sobran los románticos y los valientes. Es un planteamiento tremendamente conservador, pero que deja abierta la puerta de la democracia participativa a los Ganemos.

Integrantes del círculo de Podemos en la manifestación del día 8 // Foto: Facebook Podemos Guadalajara.
La renuncia de Podemos a la batalla local deja no obstante una batería de dudas. ¿Qué papel está dispuesto a jugar su círculo arriacense en la candidatura de convergencia? ¿Le importan las diputaciones lo suficiente como para respaldar una marca en la que puedan confluir también otros ‘ganemos’ de la provincia? ¿Se presentará Podemos a las elecciones en Castilla-La Mancha? ¿Lo hará también si tira para adelante –ha habido ya una asamblea fundacional– de ‘Ganemos’ regional? ¿Cuál es el discurso de Podemos en una escala provincial y local? ¿Qué propuestas tienen para mejorar la vida de los guadalajareños en materia fiscal, de empleo o de infraestructuras? ¿Defienden, si es que es posible, la remunicipalización de los servicios públicos? ¿Cuál es el modelo de ciudad para Guadalajara capital?
En una entrevista emitida el jueves en Televisión Guadalajara en la que tuve oportunidad de participar, sus dos portavoces insistían en pedir tiempo para elaborar su proyecto para Guadalajara. Embarcados en sus asuntos internos, hasta ahora han aportado muy poco al debate local. Llegan subidos en la cresta de la ola, con un discurso renovador y ganador, con una fantástica imagen comercial, pero a partir de ahora tendrán que empezar a dar respuesta a muchas de estas preguntas. Hay pocas noticias de Podemos en Guadalajara, y se les espera.
IU. Desde un extremo opuesto parte Izquierda Unida. Aporta experiencia en la vida municipal, un muy buen concejal como José Luis Maximiliano y un diagnóstico profundo de la sociedad guadalajareña al que proponen soluciones desde su perspectiva ideológica. Y están renovando su etiqueta. Cayo Lara ha renunciado a concurrir a las primarias, abriendo así el particular proceso de renovación interna que tantos consideraban imprescindible en la coalición. El gesto, si finalmente acaba con la llegada de líderes del perfil de Alberto Garzón, reafirma procesos como el que vive IU en Guadalajara, de mayor apertura a la ciudadanía. IU, al menos en nuestra ciudad, parece consciente de que por sí misma no constituye el retrato completo de la izquierda. Sus dirigentes alcarreños están poniendo mucha carne en el asador, pero también tienen mucho más que perder que nadie. Su fortaleza es también su debilidad. La apuesta por la confluencia tiene sus costes, como la renuncia (mayor o menor, ya veremos) a las siglas, un sacrificio directamente proporcional a su aproximación al 15M. Presupongo muchos desvelos entre sus dirigentes para culminar este encaje.
En Ganemos está también Equo, que no sólo pinta de verde el programa, sino que tiene su público y aporta talento y una experiencia política a medio camino de IU y Podemos. La formación ecologista entendió también en Guadalaajara que su papel pasaba por sumar, como lo comprendieron sin ponerse estupendos desde ‘Más de un ciudadano’. A pesar de todo, la agrupación ciudadana recién nacida ha venido renunciando desde sus inicios a ser una sopa de letras para colgar de su percha todas las propuestas que converjan, también desde colectivos sociales o con el concurso de ciudadanos no adscritos a organizaciones.
PSOE. La agrupación local socialista intenta sobreponerse al batacazo histórico de hace cuatro años, tiene un electorado que por sí mismo no logra mayorías y se enfrenta a no pocos desafíos externos e internos que puso encima de la mesa mi compañero Óscar Cuevas en su artículo ‘Primarias a tres bandas’, por lo que no volveremos a ahondar mientras nos haya mucho más que decir. Sus tres precandidatos, que han obtenido los avales necesarios, presentan perfiles muy diferenciables que a buen seguro pondrán un acento propio al proyecto que finalmente se impulse. Pero también en la elección de su candidato un paso en falso puede resultar un error sin marcha atrás.
Aun con todas las dudas que puedan generar sus nuevos liderazgos estatal, regional y local, los socialistas presentan de partida un ‘producto’ más previsible, o, dicho en positivo, identificable. Y eso genera confianza. Incluso con la tibieza o la falta de ambición que a menudo hemos juzgado desde aquí mismo al abordar su estrategia en plena crisis, lo cierto es que cualquier elector se hace hoy en día mucho mejor a la idea de qué puede esperar de un socialista en el Consistorio frente al perfil mucho menos nítido de otras iniciativas donde se están operando cambios mucho más profundos. Lo que aquí hay es un partido con una estructura tradicional, con los dos pies en las instituciones y al que se le presupone una hoja de ruta clásica que culmina en una campaña al uso.
Aún así, queda mucho tiempo. Algún maestro me enseñó que seis meses en política son un mundo. Las primarias en el PSOE y la presentación de candidatos de UPyD sólo han inaugurado esta carrera contra un mismo archienemigo que consiste, desde ya, en responder a la pregunta de quién va a ser capaz de capitalizar el malestar ciudadano. Ese descontento que esta vez tiene hambre de urnas.