
Vista de Cabanillas del Campo. // Foto: Nando Rivero
Por Rafael Villaseca Lozano*
Mirando desde la cristalera de la concurrida estación de Blackfriars, en la City londinense, me encuentro ensimismado viendo fluir el río Támesis. Corre a gran velocidad, tanto en dirección a su final en el Mar del Norte, como cuando sube la marea y discurre en sentido contrario.
Apurando mis últimos días en esta Inglaterra cambiante, con una fuerte identidad nacional, mirando fijamente el río escapar del agotamiento capitalino, no puedo dejar de pensar en mi tierra. Cabanillas del Campo es, y siempre será, mi hogar. Sin ningún género de dudas es ese rincón del mundo el que me hace sentir a salvo, pero también orgulloso. Nosotros, los cabanilleros, también tenemos identidad y es mi obligación como historiador tratar de luchar por ella.