Nuevo local de ‘La Trenza’

Por Ramón Núñez Piñán (*)

El sábado , 27 se inauguró el reciente Centro Social ‘La Trenza’ // Foto: La Trenza

Hace unos días se inauguró el nuevo local de ‘La Trenza’. Para celebrarlo, tuvo lugar un cariñoso encuentro con asociaciones y colectivos afines, en el que se habló, entre otras cosas, de la historia de cada colectivo, las dificultades para crecer y promocionar las actividades, los recientes recortes de subvenciones a actividades culturales o la necesidad de coordinar las programaciones.

El acto empezó con esta presentación de ‘La Trenza’:
La historia es la historia de la lucha de clases, pero no siempre toma la forma de un choque extendido y continuado entre el poder y quienes lo sufren. De hecho, es raro que se presente así. Lo habitual es que se alternen episodios calientes, en los que un mes equivale a unos años, con periodos fríos, de retroceso, cansancio e, incluso, pesimismo. Los primeros marcan hitos históricos: son intentos, de mayor o menor éxito, de subvertir el estado de las cosas, en los que se derrocha energía y creatividad en las formas de organización y comunicación, y los vicios militantes dejan paso a pensamientos renovados y nuevas imaginaciones políticas. Entonces, todo parece posible. Pero, luego llega la resaca: el capital gana la partida y sin que nadie haya dado la orden de retirada, se vuelve a casa, a la vida de antes, que no será la deseada, pero, al menos, es segura. Las asambleas pierden frecuencia y asistentes, las calles se vacían de carteles y pintadas, y parece que se espera a que, como por arte de magia, vuelva a haber un detonante que anime a una nueva generación a salir a las calles y reclamar tomar el poder que no pudo conquistarse en el anterior intento.
Y de ahí venimos: de la resaca del 15M y del convencimiento de que en los periodos fríos es necesario mantener las organizaciones: imaginar, no dejar nunca de crear y construir alternativas a la economía de la muerte y la miseria. Pues una buena cultura organizativa, diversa y capaz de tejer una tupida red es la clave para que en el conflicto entre el capital y la vida tengamos más opciones de que gane la vida.
Hace cinco o seis años se formó el colectivo de inspiración libertaria ‘El Enjambre’, que publicó varios números de la revista El Zumbido. Su objetivo era que en Guadalajara se volviera a hablar en los movimientos sociales en clave libertaria; que no se perdiera ese espíritu del 15M por una democracia radical. Para ello había que tejer redes y contribuir a la reorganización de una militancia que había quedado tocada por el fin del ciclo político. En las asambleas de ‘El Enjambre’ se empezó a hablar de la necesidad de tener un local que sirviera de punto de reunión para más colectivos afines, y para que surgieran otros nuevos. Para ello, se contactó con Abrir Brecha y Mujeres Libres, quienes vieron también que esto podía funcionar y tiramos para adelante, con cuatro ejes o líneas de acción: antifascismo, ecologismo, feminismo y anticapitalismo.
Entendemos la lucha por la emancipación como una rebeldía, en el discurso y en la práctica, contra las distintas opresiones que nos atraviesan y que nos estratifican por nacionalidad, sexo, género, orientación sexual, color de piel o capacidades. La tendencia creciente de la retórica y las políticas reaccionarias hace que el ecofascismo sea una amenaza real: no es solo ciencia ficción la posibilidad de que la crisis ecológica se gestione priorizando la acumulación de capital sobre cualquier consideración ética. Ya lo estamos viendo. En una situación así, las visiones liberales, que pretenden compatibilizar los derechos humanos y las dinámicas depredadoras del capital, son insuficientes tanto para explicar el mundo como para transformarlo en un sentido progresista. Es necesario comprender la finitud del planeta y el riesgo que supone para la vida y la libertad un sistema económico que solo puede crecer y que, si no crece, arrasa hasta con su alimento: la naturaleza y las personas. Una defensa coherente de la vida implica, por tanto, la construcción de una forma radicalmente distinta de entender el mundo y vivir en él: se trata de reconocer nuestra fragilidad, nuestra ecodependencia como especie y la vulnerabilidad que nos hace interdependientes. Y establecer relaciones que sienten las bases para la construcción de una economía respetuosa con el medioambiente y sin división sexual del trabajo.

Imagen de la nueva sede del grupo.

Y, para eso estamos aquí: para aportar nuestro granito de arena en la victoria de la vida frente al capital, en la práctica y en el discurso, porque ambos aspectos son imprescindibles si se trata de ir ganando terreno en la batalla por el sentido común. En el tiempo que llevamos funcionando hemos vivido una pandemia que nos impidió abrir cuando teníamos previsto, pero también muchas cosas bonitas: presentaciones de libros tanto en el antiguo local como en Dávalos, muchas trenzulias sobre distintos asuntos de la actualidad política, torneos de ajedrez y de mus, una concentración por los servicios públicos, el corro de esparto, talleres de ornitología, excursiones, exposiciones de cuadros, fotografías o láminas, conciertos… Y la actividad más longeva de ‘La Trenza’: el taller de reparación de bicicletas, con el que se ha conseguido dar una alternativa de movilidad a un chico, y próximamente a más personas.
Pero, además de las actividades propias, y siguiendo con aquel objetivo original de contribuir a la reorganización de la militancia, consideramos esencial tejer redes o, como decimos nosotras, “trenzar”. Por ello, hace unos días invitamos a la inauguración a distintos colectivos a los que queremos mucho.

(*) Ramón Núñez Piñán (Madrid, 1985) es licenciado en Economía y Periodismo y profesor de Economía en la escuela pública. También es miembro del Centro Social ‘La Trenza’.

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