La lotería

Por David Sierra

La mayor parte de la población experimentará este miércoles uno de los momentos de mayor ilusión del año. La celebración del Sorteo de Navidad de la Lotería de volverá a tener enganchados en radios y televisiones a la mayor parte de los ciudadanos de Guadalajara y de todo el territorio nacional, escuchando a los niños de San Idelfonso cantar los números extraídos de los bombos.

La jornada siempre muestra la mejor cara de la población. Imágenes de alegría, de brindis, de abrazos y felicitaciones. De emociones y frases que en otros tiempos serían hechas y que, en este caso, adquieren un matiz trascendental. Que cuando no toca dinero, lo importante es la salud ha quedado en un segundo plano tras casi dos años pandémicos que han trastocado la cotidianeidad al tiempo que han resquebrajado las prioridades por los que se guiaba la sociedad.

Quizá, el de mañana, sea el sorteo menos importante de los hasta la fecha celebrados. Eso no quiere decir que un dulce no haga daño a nadie, pero los acontecimientos de los últimos días con la aparición de la nueva variante Omicron, extendiéndose como la espuma, ha puesto en alerta a todas las autoridades sanitarias, ante el riesgo evidente de que la situación pueda complicarse hasta el punto de volver a colapsar un sistema ya de por sí maltrecho tras las atrocidades llevadas a cabo en la última década.

La salud, que se ha convertido en una cuestión de Estado, sigue estando gestionada por las comunidades autónomas y eso, en un contexto político tan polarizado como el actual, implica demasiadas diferencias ante un asunto común que la propia Justicia no ha sabido resolver con la diligencia y responsabilidad que merece. El embrollo jurídico que impregna cualquier decisión política al respecto, sirve como justificación para retorcer la realidad generando incertidumbres dispares en función de quien manipule los datos.

En este marco, regiones limítrofes como Madrid y Guadalajara tienen visiones diferentes a la hora de abordar el asunto. La libertad y la responsabilidad individual frente a la obligatoriedad en el uso de las mascarillas más allá de lo que la razón y la ciencia aconsejan. En ambos casos, medidas sin coste alguno para unas administraciones que guardan como oro en paño los dineros concedidos de Europa, ya proyectados en aquellos menesteres que mejor sirven a sus propósitos de propaganda ante los comicios de han de afrontar en unos meses.

Mientras tanto, en los ‘madriles’ su sistema sanitario de familia hace aguas por todas partes, desbordado en cuanto la demanda de un profesional médico se eleva con urgencia. Y en las redes sociales se multiplican los casos en los que la atención deja de serlo para convertirse en espera. Y la espera se torna en más espera. Y más espera, y así hasta que la paciencia y el miedo a un futuro incierto multiplica como Jesucristo hizo con los panes y los paces los seguros médicos privados.

En Guadalajara fluyen las mascarillas. La población se esmera y las farmacias redoblan las existencias de tapabocas ante los anuncios de que será obligatorio respirar con ellas en espacios abiertos. Los centros de salud intensifican su actividad poniendo de manifiesto que tampoco les sobra personal. Los niños acuden raudos a un pinchazo que hace semanas ni tan siquiera barajaban y lo reciben casi como un regalo navideño. El pasaporte para que en estas fechas señaladas puedan celebrar tan especiales días entre seres queridos y presentes, esperados todo el año.

Y entretanto, la Navidad fluye entre ferias de otras épocas adaptadas al tiempo. Vermús multitudinarios y actividades rocambolescas que llaman al abarrotamiento con la idea, entre ceja y ceja, de potenciar el casco. Y entre el barullo de las incongruencias de quedadas multitudinarias y copiosas frente a ventiladas cenas, la lotería ha dejado de tener su premio en metálico con la esperanza pasajera de que pueda pasar por alto los números que todos guardamos en la pechera, sin que nos toque.

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