
Quien tiene un pueblo tiene un plan. /Foto: M.P
Por Míriam Pindado
Quien tiene pueblo, tiene un tesoro… Y un Plan (A o B, eso dependerá de las circunstancias y prioridades de cada uno).
Hoy muchos estamos poniendo a punto el coche y haciendo una maleta de esas que solo tienen un destino posible: el pueblo. Todos sabemos lo que tenemos que meter en esa bolsa de viaje, aunque la bolsa de cada uno sea diferente. Y es que hay pueblos de todo tipo. Están los elegantes, esos que viven sus fiestas y tradiciones por todo lo alto. También están los pueblos de «andar por casa», es decir, aquellos en los que no hace falta llevar muchos cambios de ropa (total, para estar de casa en casa, en la peña o en el bar…). Y luego están los pueblos perdidos en plena naturaleza, esos que por estas fechas, deben visitarse con forro polar y botas de montaña. Podríamos seguir categorizando los pueblos hasta el infinito o hablar de «el pueblo» de manera categórica. Pero sea como sea, debemos admitir que los pueblos son un regalo para todos los públicos y eso es algo que, siempre que podamos, deberíamos aprovechar.
¿Por qué quien tiene un pueblo tiene un tesoro?
En primer lugar, porque muchos tenemos allí a nuestros padres, abuelos, tíos, primos o amigos que marcan en el calendario los fines de semana y fechas señaladas para recibir a los que llegamos de fuera (y al revés). Y es que estas visitas mueven las rutinas tanto de los que llegamos como de los que se quedan, y especialmente cuando hablamos de nuestros mayores. Reunirse en la mesa sin prisas, pasear por las calles empedradas y caminos o sentarse en la plaza para ver cómo cae la tarde son momentos que solo nos podemos permitir en ocasiones como estas. Son momentos para compartir con personas a las que no vemos muy a menudo pero con las que siempre hay algo de que hablar.
Además, los pueblos son auténticos refugios. Fortificaciones abiertas en las que nos sentimos a salvo de todo (o casi todo) y donde las noticias que vemos, escuchamos o leemos en los medios de comunicación parecen llegar en diferido aunque la señal sea en directo. Son espacios apartados aunque estén a pocos kilómetros de nuestras residencias habituales. Son retiros en los que el tiempo no vuela, simplemente pasa. Sin prisas. Todo fluye, e incluso los momentos de aburrimiento (aunque breves) se agradecen.
Por otra parte, aprovecho la ocasión para reivindicar la labor didáctica de los pueblos. Allí hemos aprendido (y seguimos aprendiendo) cosas que nadie nos enseña en otros lugares. La vida en el medio rural (sobre todo e los pueblos más pequeños) es muy diferente. Las raíces, las tradiciones, las expresiones…todo tiene más sentido cuando te lo explican en el pueblo.
¿Y por qué pasar las vacaciones en el pueblo?
-El pueblo, en el caso de tener una segunda residencia o a la familia allí, siempre te espera y puedes, incluso, improvisar la escapada.
-Las vacaciones suelen (en la mayor parte de los casos) salir más baratas.
-Sales de tu espacio de confort, pero sin complicaciones.
-La gente te conoce, te saluda y te pregunta qué tal (entre otras cosas).
-Los amigos del pueblo son amigos para siempre (demasiados veranos juntos).
-En los pueblos no hay edades, aunque sí quintos.
-El vermú y los botellines/mostos sientan mejor.
-La fruta sabe a fruta, la verdura a verdura y la carne a carne.
-Los guisos del pueblo se hacen a fuego lento y las dietas se perdonan.
-Puedes salir a la calle con lo primero que pilles en el armario,
-pasear al aire libre y disfrutar de la naturaleza a pocos metros de casa
-y caminar o coger la bici por el campo o el monte sin necesidad de llamarlo «excursión».
-Las sobremesas en estas fechas son con torrijas y brasero.
-La gente te va a buscar a casa (o tú a ellos).
-Puedes aparcar donde quieras y gratis.
-Si se te olvidas las llaves no pasa nada y si te dejas el móvil en casa, tampoco.
-Puedes tirarte la tarde jugando al mus, al tute, a la brisca o al cinquillo con quien sea.
-Las tormentas huelen diferente y las estrellas brillan mucho más que en las ciudades.
…
Por todo ello, y por muchas cosas más que seguro podréis añadir, debemos cuidar nuestros pueblos y no olvidarnos de ellos. Son un tesoro y un plan seguro, pero también son una responsabilidad. Si queremos mantenerlos con vida deberíamos acompañar a los que viven allí siempre que podamos. A todos nos vendrá bien.
Y a los que no tienen la suerte de tener pueblo, no os preocupéis, porque pueblo tenemos todos (casa no). Y bienvenidos seáis al medio rural. Aprovechaos de vuestros amigos o de la innumerable oferta de casas rurales de esta y otras provincias. Porque el turismo rural está de moda y eso es bueno para todos. Para los que tienen pueblo y para los que no.
Disfrutad de vuestras vacaciones…y de vuestros pueblos.
Qué cierto es….
Me gustaMe gusta