¿Podemos al poder?

2017.07.21 García Molina

José García Molina informando a la prensa del resultado de la reunión del Consejo Ciudadano // Foto: La Comarca de Puertollano

Por Álvaro Nuño.

Desde las diez de la mañana de hoy viernes y hasta las diez de la noche del lunes, los 10.000 inscritos en Podemos Castilla-La Mancha tendrán en sus manos la decisión de que su formación pase a formar parte del Gobierno regional tal y como les ofreció el presidente Emiliano García Page para desbloquear la actual situación de parálisis institucional que sufre su Gobierno, sin presupuesto todavía aprobado para 2017 y con minoría en las Cortes de Toledo. Ayer mismo, el Consejo Ciudadano de Podemos respaldaba el acuerdo de la formación morada sobre los presupuestos y su entrada en el Gobierno de Castilla-La Mancha. De los 35 integrantes del Consejo, 29 han dicho que sí y 9 se han abstenido. Ningún voto en contra de esta decisión, que supondría la llegada de Podemos al poder en su primera legislatura de vida política.

Los militantes de Podemos se deben estar debatiendo ahora mismo entre su ser como movimiento ciudadano que protestaba contra el poder establecido -«la casta» les llamaba su líder supremo, Pablo Iglesias, ¿recuerdan?- y la posibilidad de gestionar para hacer las cosas como ellos pretenden y sus votantes les pidieron. Claro que eso conlleva sentarse en el Consejo de Gobierno de la Junta, tomar decisiones y hacerse responsables de las mismas, pero no sólo de las suyas, sino de manera solidaria de las de todo el ejecutivo regional, del que ellos sólo serán una mínima parte, una situación que sería inedita para la formación morada en toda España.

Echando un vistazo no muy atrás -algo que a los políticos no les suele gustar mucho-, vemos cómo en nuestra región parece haberse dado por completo la vuelta a la tortilla. Hace justamente tres meses, parecía que la distancia entre PSOE y Podemos era  insalvable tras la sorpresiva retirada de confianza de los segundos al gobierno de Page escenificada en la negativa a aprobar el mismo proyecto de presupuestos -millón arriba, millón abajo- que ahora se vuelve a presentar. La cólera de los socialistas les estallaba por todos los poros de la piel y se encargaron con denuedo de pregonar a los cuatro vientos la traición de los morados, que se había demostrado que no eran gente de fiar y que las siete plagas caerían sobre una región sin presupuesto, hasta el punto de jugar con poner un adelanto electoral encima de la mesa.

Claro que entonces Page era uno de los barones fuertes del PSOE, que apoyaba la decisión de la Comisión Gestora de su partido de cortarle la cabeza a su hoy de nuevo secretario general, Pedro Sánchez, por tontear con los podemitas y otros peligrosos compañeros de viaje en busca únicamente de conseguir el poder (¿les suena la estrategia?). Page apostó a caballo perdedor -la andaluza Susana Díaz– e Iglesias y sus huestes moradas le castigaron por ello retirándole su apoyo. Repuesto Sánchez como secretario general por los militantes, el papel del líder regional del PSOE había quedado muy debilitado, -el mismo dijo plantearse su propia continuidad al frente de los socialistas castellano-manchegos si su opción salía derrotada, como así ocurrió- y las cosas no pintaban nada bien, hasta que, como buen estratega, dio un cambio de rumbo radical a sus postulados y lanzó el órdago que los militantes de Podemos deben decidir este fin de semana.

«¿Quién ha dicho que no se puede pactar con Podemos? No sólo eso sino que se puede gobernar con ellos» planteó el presidente regional en público, en un envite que le ha devuelto al candelero nacional que tanto le gusta pisar. Todos los ojos están puestos desde entones en lo que ocurrirá en nuestra región. Los secretarios nacionales de PSOE y Podemos han dado el visto bueno al matrimonio y ahora todo depende de los votos de esos 10.000 militantes y de las asambleas del PSOE. Aquí ya se ha visto la primera diferencia entre las sedes socialistas de Madrid y Toledo porque mientras Page y sus acólitos no veían necesario preguntar a su propia militancia por este pacto de Gobierno -pese a que los estatutos del PSOE así lo dicen-, desde Madrid les han instado a, al menos, plantear unas asambleas informativas en las agrupaciones socialistas, donde poder debatirlo.

La diferencia entre la celebración de una asamblea abierta y el voto secreto de la militancia podría haberle acarreado un buen susto al dirigente regional como ya ocurrió en las elecciones primarias de mayo, donde los sanchistas ganaron en votos a los susanistas de Page de manera sorpresiva, ya que estos -apoyados por todo el «aparato» del partido- superaron en avales públicos a los seguidores del hoy secretario general. Y es que no es lo mismo poner la cara en una asamblea pública que el voto en la intimidad de una urna.

Poco se sabe por el momento de esas asambleas informativas, quizás en espera de que el martes se sepa cuál ha sido la decisión de los militantes de Podemos, cuyo sector crítico, encabezado por el diputado regional alcarreño, David Llorente, planteaba separar en la consulta por un lado si se apoyaban los presupuestos -opción que él siempre planteó- y, por otro, si se aceptaba entrar a formar parte del Gobierno con una vicepresidencia hecha «ad hoc» para su compañero de bancada José García Molina.

La tortilla de Podemos también se ha dado la vuelta por completo porque aquellos que en abril más protestaron por la injerencia de Madrid en la retirada del apoyo al PSOE –los anticapitalistas de Llorente- son ahora los que menos se fían de entrar en su Gobierno y se preguntan por el nuevo papel que la formación morada tendrá en las Cortes. Se plantea el azudense, por ejemplo, cómo su grupo podrá realizar un trabajo de control al Gobierno si forma parte de él. Sin embargo, el más beligerante contra el ejecutivo del PSOE y mano ejecutora en la ruptura del pacto de legislatura hace apenas tres meses, ahora está a punto de compartir sillón con los socialistas.

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